Australopithecus, el viaje

  • Gerardo Oettinger

Resumen

(Es de noche. Él mira hipnotizado las lucecitas que se reflejan en los ventanales de su casa.) 

No tengo nombre. Soy un viajero errante. Cruzando el desierto perdí a Morocho. Es hermoso y chiquitito. Los desiertos fueron hechos para ser atravesados. Los bosques para ser abrazados, el hielo para ser meditado y el cielo para… El futuro es incierto. Vamos hacia el fin del mundo. Caminar es presente, me lo enseñó Morocho. El futuro es roca. Mi lápida tiene tallado el epitafio “Yo fui lo que tú eres y tú serás lo que yo soy”. Sólo estamos de paso. Muévete o te disparo. Morocho es muy inteligente. No debe estar muy lejos. Nos dirigimos al fin del mundo, seguimos la Estrella del Sur, la más cercana al polo sur celeste de la Tierra, donde todo es azul. Pero no puedo hacer el viaje sin él. Él me empuja. Necesito encontrarlo. Caminamos para sentirnos jóvenes. Para pensar en los ancestros. Esto me lo enseñó él también: la esencia, lo que fuimos, nuestros antepasados australopithecus que comenzaron a caminar erguidos con la frente en alto. Enderezar la columna. Bajarse de la comodidad del nido y trabajar las plantas de los pies, los dedos, las piernas, el cerebro, oxigenar el cuerpo. Todo se oxida rápido. Las rodillas, las caderas. ¡Cresta, cómo duelen las caderas! Nos persiguen demasiados fantasmas. ¿Sospechoso yo? “Solo eres un viejo fugitivo que no tiene otro rumbo más que la muerte”. Vamos donde nos lleve el viento. Lo más austral posible. 

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Publicado
2023-01-27