El último conversatorio (obra para Zoom)
Marco Antonio de la Parra1
ACTO PRIMERO
ÉL: Ya.
Déjenme tranquilo.
¡La puerta!
La puerta, por favor.
Amor, los niños… hágase cargo.
¡Tengo que grabar!
Ya. ¿Quién golpea?
¿Quién golpea ahora? Yo no estoy para nadie.
¡Para nadie!
¿Ese taladro?
¿Puede llamar al conserje y ver si dejan de taladrar en el piso de arriba? ¡Que no griten los niños! ¡Estoy grabando!
¡Laika! ¿Quién dejó entrar la perra? Laika, Laika, váyase.
Laika, no; no, no quiero jugar con usted. Ya, no me manche los pantalones.
Ya.
¿Ya?
¿El medidor del gas?
¿Qué sé yo dónde está el medidor del gas? Ya.
¿Siguen taladrando?
¡Quiere hacer un túnel este desgraciado! Háblele, amor…
Ya.
Ya.
Ya. Ahora sí.
1 Marco Antonio de la Parra es Médico Psiquiatra y Dramaturgo; también narrador, ensayista, guionista, columnista y crítico. Durante casi cincuenta años de ininterrumpida actividad teatral, ha estrenado más de cien piezas teatrales, producción por la que ha recibido numerosos reconocimientos en Chile y el extranjero. Miembro de número de la Academia Chilena de Bellas Artes. Director Artístico del Teatro Finis Terrae y Director Académico de la Cátedra Siglo XXI de la Universidad Finis Terrae.
¡A los niños colócales un video no más!
¿A quién le importa que vayan a clases? Este año está perdido.
¡Por favor!
¡No usen la señal, que está débil!
Después haces tu clase de pilates, mi vida. Listo.
¡Voy a grabar!
Que pase no más, que pase.
¿Se fue?
Ya.
Ahora sí.
Es media horita. O menos…
¿Ya?
¡Mierda, mierda, mierda! Mi amor…
Se va la bolita.
Ya.
A grabar.
(Pausa.)
Hola.
Hola y adiós.
Se acabó el teatro virtual. Se acabaron las pantallitas.
Se acabó esa improvisación suicida equilibrándose en la señal para decir un texto que morirá al instante.
Se acabó el teatro de computador, el teatro de celular; el Streaming se acabó.
Quedamos los últimos, las últimas, que grabamos y grabamos arriesgándonos lo menos posible.
Todo huele a ataúd, a cementerio. La televisión murió.
La estamos reemplazando.
Somos las lápidas del teatro y la televisión y la radio.
Vean a los que colocaron programas que han conseguido cero sintonía. Yo conseguí casi casi casi cero sintonía.
Alguien me ve y no sé quién es. Alguien se queda y no sé por qué.
¡Váyanse!
Nadie quiere más pantallas. Ni los actores ni el público.
Ni los profesores ni los alumnos. Esta es una grabación terminal.
¡Váyanse a los bares!
¡A las librerías cerradas!
¡Tómense por asaltos los restaurantes cerrados! He hecho de todo en estos meses aciagos.
De todo.
Como todos y todas y todes.
Por supuesto que he teletrabajado. Hice Coaching.
Hice clases de yoga.
Me conseguí un tutorial y hablé raro y prendí un incienso y toqué una campana tibetana y enseñé a meditar.
¡Ommmmm!
Repartí verduras.
Hice delivery de juguetes eróticos. Con demostración por pantalla.
Absoluta discreción.
Fabriqué ropa erótica.
Mal negocio.
Ni una pareja chueca en pandemia. Los moteles solitarios.
Como una ciudad fantasma. Ropa deportiva para disimular.
Pijamas de mitad del cuerpo para enfrentar las pantallas. Elegantes para arriba.
Pijamas para abajo.
Compré pantuflas y las vendía como el calzado del año. Hice Training para bajar de peso.
Enseñé dietas para enfrentar la pandemia. Enseñé idiomas que no conocía.
Aprendía en la mañana y enseñaba en la tarde.
Libanés, ruso, finés, noruego, sueco, dialectos de regiones ex soviéticas.
Alguien preparaba un viaje y yo le contaba todo lo que sucedería cuando consiguiera hacerlo.
Narré viajes que no he hecho.
Fui agente de turismo de travesías imposibles. Fui vendedor de acciones de empresas en picada. Cada día fui algo distinto.
No quedaba otra.
Cambiar, cambiar, cambiar. Recibía pedidos de todo.
Entregaba algunos.
Perdía otros.
Llegaban los reclamos y cambiaba de rubro y de teléfono.
Con las veces que acertaba conseguía nuevos clientes y nuevas clientas.
Repartía en auto, en bicicleta, con mi familia repartimos. Con mis ex repartimos.
Estábamos todos cesantes y dejamos de estarlo.
Hicimos clases a domicilio de matemáticas, de historia y geografía, de lo que fuera. Hicimos felices a muchos hogares de muchas regiones.
Lo único bueno del teletrabajo.
Estuvimos en Collipulli, en Aysén, en Toronto.
¿Alguien quería oír hablar español? Ahí estábamos.
Ahí estuve.
Hasta que se acabó.
Comenzaron a lanzar niños al río. Comenzaron a romper los semáforos. Comenzaron a pintar y despintar las estatuas. Incendiaron las iglesias.
Pisotearon las imágenes. Y salió el sol.
Sobre todo, eso; salió el sol. Por eso les hablo de noche. Porque el teatro es de noche. Y es en vivo.
Lo estoy grabando, pero ustedes lo están viendo en vivo. Y nunca más será posible verlo en vivo.
Quizás haga otro, con otras confesiones y detalles. Pero ya no lo creo posible.
A ustedes les cansaron las pantallas. A mí me cansaron las pantallas.
Usted y yo nos podemos ver mucho mejor en un bar.
En una terraza, una bendita terraza con alguna maldita medida de precaución. La mascarilla.
El alcohol gel.
La distancia social.
La cosa es que nadie quiere ya más pantallas. Se acabó el teatro virtual.
Quiero hacer teatro en vivo y sufrir la debilidad de mi señal mental. No la del módem.
No quiero más películas en mi dormitorio.
Quiero tener que ir al teatro y saltar barricadas y semáforos y recoger niños del río y tal vez llegar a la hora a la función y ser público y no elenco, aunque me sienten a media cuadra de los otros espectadores por motivos de seguridad.
Esta es la última función.
No interesa si les gusta o no les gusta. No sé qué viene ahora.
Pero será al aire libre.
Depende, claro, de si se declara o no la guerra civil. Depende de las fiestas y los incendios.
No quería hablar de esto.
Me pone nervioso como también los pone a ustedes.
Es que la gente se está comportando como si estuviéramos a punto de la guerra civil. Se supone que para eso sirve el teatro.
Para poner en escena la guerra y sacarla de las calles. Para conseguir la paz.
ELLA: ¡Bravo!
ÉL: ¿Bravo qué? ELLA: La obra.
ÉL: ¿Cuál obra?
ELLA: La obra, la de la guerra civil, la de la paz. ÉL: Esto no es una obra.
Por favor, retírese.
ELLA: Pero si vine a ver la obra. ÉL: Las obras se han terminado.
¿No se da cuenta?
Todo lo que hay es apenas inercia. Restos, ruinas, escombros.
ELLA: Bueno, tiene razón… ÉL: Claro que tengo razón.
El teatro se acabó.
ELLA: En realidad no vine a la obra. ÉL: Le dije que la obra no existía. ELLA: Vine al conversatorio.
ÉL: ¿Al qué?
ELLA: Al conversatorio…
La conversación después de la obra.
Pero llegué antes y estaba usted inspirado. No quise interrumpirlo.
ÉL: Usted está loca.
ELLA: No, solamente quiero asistir al conversatorio. ÉL: No hay obra, menos va a haber conversatorio.
Eso era antes de la pandemia, antes de la guerra. Antes de los incendios y las fiestas.
Antes de la euforia desatada y los bidones de parafina. Quiero solamente terminar mi actuación.
ELLA: ¿Ve? Había una obra de teatro. ÉL: No es una obra de teatro.
Es un final.
Una despedida.
ELLA: Y después el conversatorio. ÉL: No habrá conversatorio.
ELLA: Tiene que haber conversatorio.
Es lo único lindo del teatro virtual. Vengo de tan lejos.
Usted ni se imagina lo lejos que estoy.
Aunque en realidad no me muevo de mi cama. Y sin saber cómo, me encuentro con el actor.
ÉL: ¿Me puede dejar terminar? ELLA: ¿No ha terminado?
ÉL: No, claro que no. ELLA: Y yo molestándolo…
Perdón.
Es que cómo hablaba con palabras tan épicas. Pensé que era el final.
…
Cuando dijo “paz”.
ÉL: Es el final.
Y no es “paz”.
ELLA: Bravo, entonces.
¡Que comience el conversatorio!
ÉL: Señora, señorita, usted no me está entendiendo. ELLA: Usted no me está entendiendo a mí.
EL: No hay obra.
No hay conversatorio.
ELLA: ¿Ni uno cortito siquiera? ÉL: Nada.
ELLA: Pero si era tan lindo escucharlo… Quería hacerle tantas preguntas. Quería contarle tantas cosas.
Fue emocionante escucharlo. Habla tan bonito…
ÉL: Estoy anunciando mi última obra. ELLA: ¿Última?
ÉL: Última.
ELLA: ¿Se va a suicidar? ÉL: No exactamente. ELLA: No lo haga.
Nos quedaríamos sin actor. Sin obra.
ÉL: ¿Quiénes?
ELLA: Su público.
ÉL: Ya no hay público.
ELLA: Estoy yo. ÉL: Y nadie más.
ELLA: No lo sabemos.
Quizás hay más gente conectada.
Quizás no se atreven a encender sus cámaras. Quizás les da miedo hablar desde sus micrófonos.
ÉL: No hay nadie.
¡Enciendan cámaras y micrófonos!
…
¿Ve?
No hay nadie.
ELLA: A lo mejor son invisibles, pero están ahí.
A cierta edad nos volvemos invisibles. No nos vemos ni en las pantallas.
ÉL: No hay pantallas encendidas ni apagadas.
No hay ni siquiera seres invisibles.
ELLA: Qué pena.
ÉL: Una pena terrible, claro que es una pena.
¿Puede retirarse?
No soy un exhibicionista.
Ni quiero quemarme a lo bonzo en medio de una plaza informática.
ELLA: ¿Qué se siente suicidarse? ÉL: No me voy a suicidar.
ELLA: Habla de quemarse a lo bonzo. ÉL: No me voy a quemar a lo bonzo.
Voy a ponerle término a todo. Es un acto.
Una proclamación del final.
ELLA: ¿Qué significa ponerle término a todo?
…
¿Qué está haciendo?
¿No me va a contestar?
¿Prefiere que le haga las preguntas por chat?
ÉL: Prefiero que se vaya. ELLA: No puedo.
No quiero, en verdad.
ÉL: Señora, señorita, no va a haber conversatorio. ELLA: Siempre había conversatorio.
Se agotaba el día. Encerrados día y noche.
Y encendía la pantalla y aparecía usted. O sus actores, sus actrices.
Y yo me preparaba unos quesitos, unas aceitunas.
Una copa de vino blanco. Y esperaba el conversatorio.
ÉL: No habrá más conversatorio.
Habrá noticias.
Habrá elecciones.
Habrá muchos candidatos. Rayas en el papel.
Rayas en la pared.
Habrá guerra civil quizás. Vaya a saber uno.
ELLA: ¡Eso es lo que no quiero!
¡Vendrán los comentaristas!
¡Vendrán los críticos!
¡Los sociólogos! ¡Los politólogos!
¡Los telediarios!
¡Los psiquiatras que hablan como si supieran de todo! Nadie nunca más me va a escuchar.
Nadie va a querer saber qué estuve pensando o qué me pasó. Nadie va a leer mi nombre en la base del cuadradito.
ÉL: ¿Sofía?
ELLA: Sofía García.
Muchas gracias.
ÉL: ¿Qué quiere de mí? ELLA: Que me converse.
ÉL: Esto no es Tinder, Sofía.
Esto es teatro virtual.
Los personajes desaparecen y los actores hablan con los espectadores. Y ya no viene nadie al teatro virtual.
ELLA: ¿Nadie?
¿Y yo quién soy?
ÉL: La excepción que confirma la regla.
No viene nadie.
Se lo dije.
Cero sintonía.
Están en los bares.
¿Por qué no se va con su pareja a un bar?
ELLA: ¿Mi pareja?
…
Cierto, tuve pareja.
Nos separó la pandemia.
La cuarentena nos encontró en dos ciudades distintas.
Nos aburrimos de hacer Zoom, Skype, Meet, Teams, WhatsApp. Nos cansó la tecnología.
ÉL: ¡Esto también es tecnología! ELLA: Una noche dejamos de conversar.
El dejó de conversar. Yo dejé de conversar. No me envió su Link. Yo le envié el mío.
Tres veces se lo envié.
No contestó.
Comencé a buscarlo en los conversatorios. De los espectáculos pagados.
De los espectáculos gratuitos. Fui a paneles, Webinars, charlas.
Me enamoré tantas veces de tantos actores. Nadie me correspondió.
Y ahí entendí.
Que esto era así.
Fugaz.
Pero era lo único que valía la pena:
Sobrevivir.
ÉL: Lo lamento. ELLA: ¿Qué lamenta?
ÉL: Lamento que haya perdido a su novio o esposo o pololo. ELLA: Murió.
ÉL: ¿Murió?
ELLA: Lo supe por Instagram.
Lo supe por su muro en Facebook.
Lo sé porque no se mueven sus redes como antes; siempre se movían. Salió el sol de la primavera y murió.
ÉL: Lo lamento de verdad. ELLA: Y necesito conversarlo.
Por eso me gustó cuando empezó. Y dijo que era el final.
Yo dije: esta es una comedia sobre la muerte.
ÉL: Bueno, en cierto modo, sí. ELLA: ¿Y en cierto modo no?
ÉL: Nadie va a morir de verdad aquí. ELLA: Dijo que se iba a suicidar.
ÉL: Aproximadamente.
ELLA: Yo creo que él, Mario se llamaba, se suicidó. ÉL: ¿Cómo lo sabe?
ELLA: Se lanzó al vacío de las redes.
Se autosilenció en Twitter.
Dijo todo lo que no se debe decir y lo silenciaron y lo bloquearon y lo cancelaron.
No se puede pronunciar su nombre en las redes. Saltaron como perros rabiosos sobre sus palabras.
ÉL: ¿Qué dijo?
ELLA: Hizo una oda al Cuerpo de Carabineros. ÉL: Mala idea.
ELLA: Hizo una apología para que lanzaran paralíticos al río. ÉL: Pésima idea.
ELLA: Yo lo leí y lo busqué para decírselo.
¿Qué te pasa, Mario?
¿Qué te pasa, hombre?
¡Te estás matando!
Lo busqué en talleres, mesas redondas, diplomados online. No sabe la cantidad de cursos en que me metí.
Y no estaba.
ÉL: Lo lamento, verdaderamente. ELLA: Pero me encontré con usted.
En sus breves comedias.
En sus sesiones de Coaching online. En los conversatorios.
Y sentí ganas de vivir.
…
Yo también había pensado en suicidarme.
Era una manera bizarra tal vez de reencontrarme con él. Quizás la única.
ÉL: Yo estoy con mi gente ahora.
Tengo que terminar de terminar. Tengo que despedirme.
Tengo que llegar al final.
ELLA: Me imagino.
Se quedan callados todos cuando comienza el conversatorio. El público sube a escena.
La obra termina, lo comprendo. La obra es un mero pretexto.
Todos, a lo que han venido, es al conversatorio. ÉL: No me imaginaba que era algo tan importante. ELLA: Usted es el último actor.
Yo soy la última espectadora.
ÉL: ¿Qué quiere que haga? ELLA: Nada.
Ya lo hizo.
Me permitió contar mi historia.
Ha sido un estupendo conversatorio.
ÉL: Está loca…
Perdón.
¿No ha pensado en ver a un especialista?
ELLA: ¿Especialista? ¿En qué?
ÉL: Alguien con quien conversar. ELLA: Me bastaba con usted.
…
¿O no le gusta conversar conmigo?
ÉL: ¿Está llorando?
ELLA: Me entró algo en el ojo.
No me haga caso. No es nada.
ÉL: Hay profesionales del conversar. ELLA: A lo más, escuchan.
No están desesperados. Como usted y como yo.
ÉL: No he hecho siquiera una obra. ELLA: La hizo.
La está haciendo.
La estamos haciendo. Qué emoción.
ÉL: No he podido ni empezar.
Menos terminarla.
ELLA: Eso ya a quién le importa.
La próxima vez permítame tan solo contar mi historia. Y eso sí.
Por favor, quédese al conversatorio.
ÉL: ¿Qué sea yo el espectador? ELLA: Y yo la actriz.
ÉL: En realidad no soy un actor. ELLA: ¿Eso qué importa?
Yo tampoco soy actriz.
ACTO SEGUNDO
ÉL: ¡Voy a grabar!
¿Me oyeron?
Silencio.
Si llama el conserje, contesta, por favor. No he encargado nada a Cornershop.
¡Laika!
¡Otra vez!
Sale, sale…
Raus, Laika, Raus.
Perra huevona.
¡Silencio!
Ya, un video juego, ya… Pero sin audio. ¿Oyeron?
¡Sin audio!
¡Sáquense los audífonos cuando les hablo! Voy a grabar.
Ya.
Que no se le ocurra al imbécil taladrar.
¿Deep Purple?
¿Smoke Over Water? Amor, llama al conserje.
Que le diga al de abajo que no es hora de practicar la guitarra. Ya.
Ya.
¡Mierda, mierda, mierda! Que sea lo que Dios quiera.
…
Esta es la última escena de la guerra civil. Después de la guerra viene la paz.
No sabemos si es una paz pacífica eso sí.
No sabemos quiénes sacaron primero las armas. Quiénes mostraron los dientes.
Quiénes sacaron las garras.
No sabemos si estamos enfermos de miedo o de rabia. Sacan la música a la calle.
Bloquean los caminos.
Queremos la paz.
Pero de tanta esperanza nos desesperamos. Hemos hecho todo lo posible.
Por mantenernos dentro de las casas.
Contamos chistes, lloramos, relatamos partidos de fútbol imaginarios. Todas las obras, todas las tragedias, todas las comedias.
Con tal que no se fueran a la plaza a degollar los monumentos. Lo hicimos.
Cada viernes, cada sábado. A veces la semana entera.
Hasta que no encendieron el computador. Ni el celular ni el Tablet.
Y se fueron primero al sol.
Y después al toque de queda.
Y en nombre de la paz y la esperanza. Declararon la guerra.
ELLA: Bravo.
ÉL: ¿Usted otra vez?
ELLA: Sí, yo.
Como habíamos quedado.
ÉL: No hemos quedado en nada, usted y yo. ELLA: No disimule.
Si todo el auditorio se da cuenta. ÉL: No hay nada de qué darse cuenta.
Ni hay nadie en el auditorio.
ELLA: Saben lo que hay entre usted y yo. ÉL: ¿Qué hay entre usted y yo?
ELLA: Usted es el actor.
Y yo una especie de actriz.
ÉL: No diga esa palabra. ELLA: ¿Cuál?
¿Actor?
¿Actriz?
ÉL: ¡Silencio!
ELLA: ¿Cacerolean en su barrio?
¿O son helicópteros?
¿Sobrevuelan su casa?
¿O sólo la mía?
Buscan asesinos potenciales. Muchachos con bombas molotov.
¿Son disparos o es idea mía?
¿Son suyos los fuegos artificiales?
¿Qué decidió?
¿Aprobó? ¿Rechazó?
¿Se quedó en su casa?
ÉL: ¡Silencio!
Dice cosas sin sentido. Aquí no hay ningún ruido. Estoy solo, yo y el silencio.
ELLA: Aquí hay muchos ruidos. Miré recién por la ventana. Y ardía un bus.
Y el humo, ufff, el humo… Me cuesta respirar
¿Le dije que soy asmática?
¿Le dije que vivo en un departamento?
¿Le dije que vivo en el piso 15? ÉL: Soy yo el que habla en esta obra. ELLA: Ya habló.
Ya dijo lo suficiente.
Acuérdese.
Lo importante es el conversatorio.
ÉL: ¿De verdad están disparando en su ciudad? ELLA: No le he dicho lo lejos que estoy de usted.
Me da pena.
Estamos tan distantes. Somos quizás tan distintos.
ÉL: Me da miedo por usted.
ELLA: A mí me da miedo por nosotros. ÉL: ¿Nosotros?
ELLA: El público, que soy yo.
Y usted, que es el espectáculo.
ÉL: Yo estaba terminando mis espectáculos.
¿No se da cuenta?
Ya pasaron por acá.
Ya bloquearon los caminos. Ya apagaron las barricadas.
ELLA: Aquí recién comienzan.
Por eso de repente me congelo. Se va la señal.
Lo escucho tartamudo.
¡Son los helicópteros!
ÉL: Sé lo que se siente.
De joven los escuché.
El día de la Gran Muerte los escuché.
El día de las muchas muertes los escuché. Durante años los escuché.
ELLA: Ahí están.
Ahí están.
¿Los escucha?
ÉL: No.
ELLA: Pero si casi no puedo respirar.
Lanzan lacrimógenas desde el cielo. Llueven lágrimas ácidas.
¡No se vaya!
ÉL: Es que… el espectáculo está en su calle.
¿Qué obra puedo hacer yo?
Veo por la ventana una columna de humo.
¿Es la suya?
ELLA: Quizás.
No sé dónde vive usted. No sabe dónde vivo yo.
ÉL: Por favor, baje la cabeza.
Escóndase bajo la mesa del comedor. Cierre las ventanas.
ELLA: Están cerradas.
Estoy bajo la cama matrimonial. La que compartía con Mario.
¿Le hablé de Mario?
ÉL: ¡Oiga!
Se congeló. Se congeló.
¿Está ahí?
¿Se fue?
La obra no ha terminado aún.
¡Sofía!
No se vaya.
No me deje sin conversatorio a mí. No abuse tampoco.
La crueldad de su silencio. Es infinita.
¿Ah?
¡Ya terminó!
…
¿Sofía?
¿Estás ahí?
ACTO TERCERO
ÉL: Voy a grabar.
Silencio.
Laika, no hueveés.
¡Cállense, los vecinos!
Amor, haga callar a los niños. No, no voy a comer.
Tengo que grabar.
¡No sé!
¡No sé cuánto tiempo!
¡Nunca lo he sabido!
¿Qué te dije, Laika?
Chao, chao.
¡Mierda, mierda, mierda! Ya.
…
Ha estallado la paz.
Los teatros vuelven a abrirse. Están llenos de gente.
La gente sale a las calles ebria de vida. No les importa morir.
¡Ni el virus ni el balín!
¡Bailaremos hasta el fin!
¿Los escuchan?
No hay más remedio.
Se acabó el teatro virtual. Se acabó la guerra.
El teatro de verdad recoge sus mendrugos. Los actores y actrices cesantes hacen fila. Delante de las salas hay obras.
Y danzan en las plazas.
Y ocupan las calles como antes las barricadas. Pasan el sombrero.
Yo pasé el sombrero.
Yo lo pasé incluso electrónicamente. Pague lo que quiera, dije.
Y no pagaron nada.
Y me despido.
La paz era el final.
La paz era el principio. El teatro ocupa la ciudad.
¡Ni el virus ni el balín!
¡Bailaremos hasta el fin!
ELLA: Bravo. ÉL: ¿Sofía?
ELLA: Aquí estoy.
ÉL: Qué bueno que apareció. ELLA: ¿Es bueno?
ÉL: Ya no sabía qué decir.
Ya se me acababan las ideas. Escuchaba de lejos los bailes. Las troupes de payasos.
Los acróbatas y las equilibristas.
Las orquestas de los barcos hundiéndose.
ELLA: Creí que hoy no vendría.
ÉL: Yo también creí que usted no vendría. ELLA: ¿Nos podemos tutear?
ÉL: Es que… ELLA: ¿Es que qué?
ÉL: Es que sería como de verdad. ELLA: ¿No somos de verdad?
ÉL: No somos ni siquiera una obra.
ELLA: Somos el conversatorio.
¿No te das cuenta?
ÉL: No, no me trates de tú. ELLA: Me trataste de tú.
ÉL: Perdón.
ELLA: No, me hace feliz. ÉL: ¿Feliz?
ELLA: Nada me hace más feliz que el conversatorio. ÉL: ¿Y la obra?
ELLA: ¿Cuál obra?
ÉL: La que no he podido hacer. ELLA: ¿No era la obra final?
Siempre llegué tarde.
Alcancé a escuchar tu última frase. Y me dieron ganas de aplaudir.
¿Interrumpí?
ÉL: Siempre interrumpiste.
Pero ahora a quién le importa.
ELLA: Sí, a quién le va a importar después. ÉL: No hay más espectadores.
ELLA: No hay más actores. ÉL: Hay una actriz.
ELLA: Una pregunta. ÉL: ¿Qué pregunta? ELLA: ¿No te molestará? ÉL: No creo…
ELLA: ¿Tú encuentras que soy una buena actriz? ÉL: Maravillosa.
ELLA: Tú no eres muy buen actor.
¿Sabías?
ÉL: ¿De verdad?
ELLA: Se te nota.
ÉL: ¿Se me nota qué? ELLA: El miedo.
Se te nota que estás solo.
ÉL: No estoy solo.
¡Laika!
¡Familia!
¡Vengan a saludar a mi compañera actriz!
ELLA: Se te nota.
ÉL: ¿Qué?
ELLA: No hay perra Laika.
¿Verdad?
Ni esposa ni niños.
Ni vecinos que taladran ni tocan la guitarra.
ÉL: ¿Cómo te diste cuenta?
ELLA: Porque tú tampoco te diste cuenta. ÉL: ¿De qué?
ELLA: De lo lejos que estoy.
De que aquí ni los helicópteros llegan. Escucho en la televisión las manifestaciones. La guerra civil es un noticiero.
La fiesta popular es un enfrentamiento. Dicen que la paz viene de uniforme.
Dicen que debo ponerme un sombrero.
Dicen que ya no hay otras banderas más que la de todos.
ÉL: Y el noticiero ha terminado. ELLA: Me tengo que ir.
ÉL: Pero si nos estamos conociendo.
ELLA: El conversatorio también tiene sus límites. ÉL: Pero si el conversatorio es lo más importante.
…
Y yo estoy tan solo.
ELLA: Yo también.
Pero estamos muy lejos.
ÉL: ¿Dónde estás? ELLA: Debajo de la cama. ÉL: Mentirosa.
ELLA: Esperando que caigan las bombas. ÉL: No me cuentes cuentos.
ELLA: No, es mentira.
Y también la muerte de Mario.
ÉL: ¿No está muerto? ELLA: No existió nunca. ÉL: ¿Jugabas?
ELLA: Actuaba.
¿Mario?
¿Quieres conocer a mi actor favorito?
¿Ves?
No viene…
ÉL: Yo tampoco he existido nunca.
Casi nunca he existido.
ELLA: Me imagino.
Es lo duro de ser apenas un personaje. Por eso me gusta ser público.
ÉL: Por el conversatorio.
ELLA: Cuando se publiquen las obras más importantes de la peste, publicarán los puros conver- satorios.
Y yo estoy en todas las que tú estuviste.
ÉL: ¿Te vas?
ELLA: Esto es una grabación.
Yo ya me fui.
ÉL: ¡Voy a hacer teatro de verdad!
¡Podemos vernos de verdad!
¡Abrazarnos de verdad!
¡Sofía!
ELLA: No me llamo Sofía.
No estuve aquí.
Estoy muy lejos.
Pero te confieso que me hiciste muy feliz.
ÉL: ¿Tu nombre?
Dime tu nombre.
Tu nombre verdadero. Dímelo.
ELLA: ¿Para qué?
Pasé tantas veces delante de tu puerta. No me viste nunca.
ÉL: ¿Mi puerta?
¿Cuál puerta?
ELLA: Por su seguridad.
Esta conversación.
Podría ser grabada.
ÉL: ¿Eres una grabación? ELLA: Adiós.
ÉL: ¿Sofía?
… Laika.
¡Laika!
¿Dónde se fueron todos?
¿Amor?
¿Están ahí?
¿Los niños?
¿Dónde te los llevaste?
…
¿Estás grabando?
ACTO CUARTO
ÉL: ¿Laika?
¿Qué te pasó, Laika?
¿Quién te mordió, Laika? Pobrecita.
Eso te pasa por arrancarte de la casa. Voy a grabar.
Bueno, si quieres deja la puerta abierta. No ladres, eso sí.
No ladres, te dije.
¿Amor?
…
¿Estás ahí, amor?
…
Bueno, tú te lo pierdes.
¡Mierda, mierda, mierda! Hola.
Aquí comienza el conversatorio.
(Ruido de helicópteros. Ladridos de perros.)
¡¿Dónde estás?!
Te toca interrumpirme.
Aplaudir.
¿Dónde estás?
No te desvanezcas.
Por favor.
No salgas a la calle.
Es todo tan pero tan peligroso.
¿Estás ahí?
¡Laika!
Venga, busque; busque, Laika. Yo te sigo.
Dile que la sigo.
Que dónde vaya la sigo. Que no hay nadie más. Nadie más.
Que estoy en las últimas.
Que ella también está en las últimas.
ACTO QUINTO
ELLA: ¡Voy a grabar, mi amor!
Si es corto…
Si no me demoro nada…
Bueno, déjamelo en la mesa y lo reviso.
Chiquita, quédese tranquila que su madre ya vuelve. Desaparezco un ratito no más.
Al conversatorio.
No, no juegue con el cuerpo de su padre. No se toca.
Los cuerpos de los grandes son cosa de grandes. No se meta en las redes sociales.
Le dije que con eso no se juega.
¿Ya?
Dígame que me veo bien. Voy a una cita con el destino.
Sí, sé que puede haber enfrentamientos. Que lanzan fuegos artificiales.
Que la gente no quedó contenta. Si yo misma no quedé contenta.
¿Me deja grabar?
Gracias.
Beso. Beso. Beso.
…
¡Mierda, mierda, mierda! Hola.
…
¿Estás ahí?
…
Es solo el último conversatorio.
ÉL: Bravo. Bravo. Bravísimo.
ELLA: ¿Bravo?
ÉL: Increíble.
ELLA: ¿Te gustó?
ÉL: Me encantó.
ELLA: ¿Lo hacemos al revés, entonces? ÉL: Como tú quieras.
ELLA: Total, ahora da lo mismo quién es el teatro. ÉL: Y quién es el público.
ELLA: Estamos tan solos.
ÉL: Todos se han ido a las fiestas en las plazas. ELLA: O a las trincheras.
ÉL: Con sus disfraces. ELLA: O su ropa de combate. ÉL: ¿Tu hija?
ELLA: Bien, gracias.
¿Y los tuyos?
ÉL: Bien, supongo, gracias. ELLA: ¿Quién parte?
ÉL: Tú, la invisible.
ELLA: O tú, el ciego.
ÉL: ¿No estábamos los dos ciegos?
ELLA: O tal vez los dos nos habíamos vuelto invisibles. ÉL: ¿Quién parte?
ELLA: ¿Tijera, piedra, papel?
(Oscuro.)
ACTO FINAL
ELLA: ¿Tijera, piedra, papel? ÉL: ¿Y el que pierde?
ELLA: Pierde.
ÉL: ¿Quién parte?
ELLA: Eso.
ÉL: Alguien tiene que partir. ELLA: Alguien tiene que ceder. ÉL: Alguien tiene que hablar. ELLA: Alguien tiene que escuchar.
ÉL: No te vuelvas invisible. No desaparezcas. ELLA: No pierdas la vista. No dejes de mirarme. ÉL: Mira que estoy solo.
ELLA: Mira que estoy sola. ÉL: Muy solo.
ELLA: Muy sola.
ÉL: Nadie viene, nadie vino, nadie vendrá. ELLA: Solo tú.
ÉL: Solo yo.
ELLA: Estamos tan solos.
ÉL: ¿Te dije alguna vez lo que siento por ti? ELLA: No. Quizás hace mucho tiempo. Lo olvidé. ÉL: Ya es tarde, me imagino.
ELLA: Demasiado tarde para todo.
ÉL: Incluso para el último conversatorio. ELLA: Quedamos solos.
Tú.
ÉL: Yo.
ELLA: No hagas trampa. Si ganas, no me mandes al vacío del oscuro. ÉL: Y si ganas tú, no dejes de volver.
ELLA: ¿Tijera, piedra, papel? ÉL: No sé.
FINAL.