ADRIANA VALDEZ: DISCURSO DE RECIMIENTO
Señor Director de la Academia Chilena de la Lengua, don Alfredo Matus Olivier,
Señor Secretario de la Academia, don José Luis Samaniego,
Autoridades presentes (lista)
Señora Rosabetty Muñoz,
Señoras y señores:
Es un gran honor para mí, además de una notable alegría personal, representar a la Academia en esta ceremonia de incorporación de doña Rosabetty Muñoz como miembro correspondiente por Ancud. En este breve discurso de recepción, me propongo destacar los méritos de nuestra nueva integrante y dar una idea de cuánto valoramos los aportes que puede hacer a los trabajos de la Academia.
Rosabetty Muñoz es una persona que por propia decisión vive y trabaja en Chiloé, pero que es conocida, admirada y respetada a nivel nacional e internacional. Poeta y profesora, como Gabriela Mistral, la he escuchado decir que encontró en ella su primer modelo, tanto literario como de vida. Las dos vertientes mistralianas, la de la lengua poética y la de la dedicación preferente a la educación de los jóvenes, convergen en Rosabetty Muñoz con una altura, una dignidad y una inteligencia que le hacen honor a quien escogió como maestra. Y hoy hacen honor también a nuestra Academia Chilena de la Lengua, que tiene a Gabriela Mistral como único "miembro de número permanente".
Rosabetty Muñoz ha recibido numerosas distinciones nacionales, entre ellas el Premio Altazor 2013 por la antología Polvo de huesos, publicada en Santiago por las Ediciones Tácitas, el Premio Consejo Nacional del Libro de Chile 2002 a la mejor obra inédita, el Premio Pablo Neruda 2000 por el conjunto de su trabajo, además del Premio Regional de Arte y Cultura de la Región de Los Lagos 2012. La lista de sus libros publicados desde 1981, en Santiago y en Valdivia, es larga: Canto de una oveja del rebaño, 1981; En lugar de morir, 1987; Hijos, Valdivia, 1991; Baile de Señoritas, 1994; La Santa, historia de su elevación, 1998; Sombras en el Rosselot, 2002; Ratada, 2005 y En nombre de ninguna, 2005. Ha recibido también varias becas nacionales de importancia, y ha viajado por Europa haciendo lecturas poéticas. Sus poemas aparecen en numerosas antologías de Chile y del exterior. Me permito vaticinar que esta lista de honores seguirá creciendo tanto en el tiempo como en el espacio geográfico. Creo que ha llegado la hora en que su poesía sea leída más ampliamente: creo que los lectores de Chile y de fuera del país tienen ahora más elementos para comprenderla mejor y para sentir la necesidad de una poesía como la suya.
Ser chilota
Nuestra nueva miembro correspondiente lo es por Ancud. Interesa y conmueve la profunda relación que tiene Rosabetty Muñoz con la tierra de la cual proviene. A diferencia de la Mistral, Rosabetty no sólo nació y se crió en un lugar de Chile, sino que además eligió radicarse allí donde nació. En su caso, en Chiloé (en muchos lugares de Chiloé, debido al trabajo de su padre).
La he oído decir que lo hace por la calidad de vida; que su obra poética está "vinculada estrechamente a la circunstancia vital” y busca tener "repercusión, consecuencia visible en el medio". Ser chilota es, en su caso, “tener un oído fino para registrar las voces que emergen de su Ancud natal", observó el poeta Manuel Silva Acevedo, cuyos "lobos y ovejas" parecen asomar en los primeros libros de Rosabetty, ahora en otra geografía y en otro tono.
Pescador, Víctor Gutiérrez
Ser chilota es también, en su caso, hacer una poesía que es el registro de una reserva, de un tesoro. Pensamos por cierto en las formas lingüísticas, en los usos, que recogen y revitalizan ciertas voces ya arcaicas en otras latitudes. Pero, leyéndola, pensamos también en una reserva y un tesoro de pensamiento, de imaginación, de fabulación, que un mundo en vertiginoso cambio corre el riesgo de perder.
A propósito de eso quiero leerles unas líneas de un texto reciente de Rosabetty Muñoz, llamado "Yo, piedra", en el que habla una niña chilota. Dice así: "Cuando me di cuenta de los poderes de la piedra, mis vestidos me quedaban chicos, casi toda la gente andaba con zapatos y muchos jóvenes se habían ido para siempre de la isla. Entonces, tomé el ágata maravillosa - ojitos de gato - y la envolví en un trapo negro, después la metí bajo una tabla suelta del piso, pero ya era tarde. Su efecto se había desatado y, por inercia, la velocidad del tiempo no paró más."
La de Rosabetty Muñoz es una voz poética muy lúcida, muy crítica y muy dolorida. Por eso es capaz de hacerse cargo no sólo de lo luminoso -la solidaridad, la particular relación amorosa entre la muerte y la vida, la magia de las creencias y de una cierta relación con la naturaleza, una "realidad llena de poesía”- sino también de lo oscuro y lo terrible. "Ahora no es tiempo de amarrar la lengua”, dice uno de sus poemas, tan duro que no me atrevo a citarlo delante de ustedes. Otro poema estremecedor de Rosabetty Muñoz dio cuenta en 2008, por ejemplo, del caso que hoy - 2014 - recoge el cine chileno en la película "Aurora". Me permito repetir sus siete versos:
Y esta es la Bernarda. Ella leyó en el diario una noticia
sobre el asunto de las guaguas botadas en los basureros públicos
y se le contrajo de golpe el vientre vacío. Reclamó
en el juzgado al primer niño para acunarlo muerto, le
puso de nombre Aurora y lo enterró en un lugar sagrado
para tener dónde ir a dejarle flores. La tumba que compró
es amplia para que vayan llegando sus hermanitos.
Leyendo estos versos, y tantos otros de Rosabetty Muñoz, se ve con claridad que radicarse en Chiloé, en vez de hacer "carrera literaria” en otra parte, no es sólo una decisión consecuente. De ella depende además en gran medida el carácter propio de esta poesía, en que la sensibilidad poética de la autora sintoniza con muchas voces de la isla, presentes y fantasmales, recordadas y olvidadas. "Todavía tiene mucho sentido nuestra palabra en el sur de Chile", dijo ella en una gran entrevista con Cristián Warnken. Habla de "nuestra" palabra, la palabra de los poetas de Chiloé. Para ella, la poesía desde la temprana juventud fue "un espacio de encuentro, una celebración constante". Un coro de voces, de voces del sur, que cada una aporta su parte de experiencias complejas, llamada a enriquecer, a sacudir, a sobresaltar las ideas recibidas sobre la poesía chilena.
Aquí, la consideración sobre la poesía de Rosabetty Muñoz se entrelaza con su trabajo de profesora, o, como se dice cuando el aprecio es todavía mayor, el de maestra. Ella ha escrito: "He ido a colegios donde ojos y rostros vidriosos parecen no reflejar más que un charco interior y, sin embargo, al calor de un encuentro afortunado, de poesía comunicante, se inicia ese chisporroteo del alma que se enciende". Ha hecho muchos talleres a lo largo del tiempo, para iniciar en ese "chisporroteo del alma". "Talleres Mistral" se llamaron los del año pasado, por ejemplo. Generaciones de jóvenes, redes de poetas, constelaciones de voces, han pasado por esos talleres.
Queremos, en la Academia, conocer esas experiencias, vincularnos con ellas allí donde quieran invitarnos. Sentimos que hay allí una riqueza hasta ahora inalcanzable. Sabemos que hay mucho que aprender y muchas maneras distintas de sentir la poesía, y que de ellas algunas muy notables han surgido y surgirán desde aquí.
Los talleres han acogido la soledad de niños y jóvenes de Chiloé, ajenos ya a los antiguos tiempos de sociabilidad y a las familias extendidas. "La escuela pasa a ser su casa". En los talleres, se abre la posibilidad de ver la "realidad llena de poesía". Tal vez de volver a pispar una cosmovisión más generosa que la actual, y también más mágica. Acoger a jóvenes y niños, invitarlos al ejercicio de la poesía, es responder también a las particulares formas contemporáneas del sufrimiento y de la soledad. En eso también es chilota Rosabetty Muñoz. La cito una vez más: "la compasión, como la aprende uno de chilota, no es una actitud de superficie, sino que la desgracia ajena agrede el propio estar".
Ser mujer
Me traicionaría a mí misma si no dijera, en este discurso, algo sobre las mujeres. Una palabra muy mistraliana -"mujerío"- marca en la poesía de Rosabetty Muñoz su trazo fuerte e inmisericorde. Su poesía es dolorosa, no quiere tener que ver con "casitas hechas de ahorros/ y olvidos esenciales", ni con "consuelos baratos".
Pienso que la poesía de Rosabetty Muñoz tiene que ver con la otra mitad de la vida, la que viven las mujeres y que por siglos no tuvo mayor voz. Su poesía nace de las experiencias de mujeres en Chiloé, experiencias de todo tipo, desde las más entrañables y familiares hasta las más expuestas, las más terribles, las más despojadas. A todas ellas acoge esta poesía con fuerza y a la vez contención, con oficio admirable. Hablan sus voces en esta poesía, no las de otra persona que las juzgue o las disminuya.
Sin título, Antar Fernández
Hay en la poesía de Rosabetty Muñoz un oído fino, lúcido, compasivo, y la capacidad de tomar la palabra no desde un determinado "yo lírico" (qué antigua suena esa expresión) sino desde muchos personajes, vividos y sentidos, que hablan lo que quizá no habrían podido nunca, fuera de la poesía, articular. Este mujerío, desde tiempos, lugares geográficos y lugares sociales diferentes, aparece en la poesía de Rosabetty Muñoz tomando la palabra desde los más oscuros lugares, desde los secretos, desde los crímenes ocultados, desde el desamparo también. Me cuesta escoger, pero tal vez me quedo con los estremecedores textos de "En nombre de ninguna" del año 2005, poemas que son pedazos de una narración que es de nadie y es de muchísimas mujeres, "hay que hablar del miedo" dice, "y de la descomposición de la memoria." O con este poema de once versos:
¿Y si vence el amargo?
Desconfiemos de los lunes blandos
y de la mesa puesta.
Este florero que aparenta inocencia
sabe cómo se ocultan las arañas
debajo del mantel.
Por el costado, el tiempo
avanza con su lenta carcoma.
Noche y día, el murmullo
de las faltas cotidianas
se mece, cadencioso, entre las sombras.
*
Apenas una idea, un vislumbre, es lo que nos da este poema de cuanto podemos encontrar en la poesía notable de Rosabetty Muñoz. En ella se sobrepasan las dos condiciones que hemos venido describiendo, la condición de chilota y la condición de mujer. Se sobrepasan ahondándose, pasando a otra dimensión, la poética, que ya sabemos que tiene que ver, en Rosabetty Muñoz, con el chisporroteo y la celebración, y también con la lucidez inmisericorde. Y, sobre todo, con el dominio de un oficio poético admirable.
Una vez habló ella del "centralino animal indiferente" que había que ensordecer, que había que sorprender y sacudir. Retomo también palabras suyas para hablar de su trabajo "como un proyecto circular en cuyo centro está Chiloé y toda su carga", y para acusar recibo de ese proyecto, de esa carga y también de ese relumbre. El mundo es "ancho y expectante". Desde Santiago, parte pequeña de ese mundo, hemos venido a dar un testimonio: hemos oído la voz potente y única de esta poesía de Rosabetty Muñoz, la hemos admirado a ella y a su enseñanza, esperamos mucho de ella, queremos participar en su quehacer si somos invitados. Pensamos, como lo dijo ella alguna vez, que "la poesía de algún modo es un espacio de resistencia en un tiempo de vertiginosa superficialidad."
Adriana Valdés
10 de diciembre 2014