Carolina Ferrer
University of Regina
Balcanización y orfandad en 2010: Chile en llamas de Darío Oses
Resumen
El presente estudio corresponde a un análisis de la novela 2010: Chile en llamas del escritor chileno Darío Oses. La autora enfatiza la idea central de la utopía neoliberal en torno a la cual se construye el mundo narrativo para luego develar los mecanismos mediante los cuales se transforma en una distopía. De esta forma, la interpretación de la obra gira en torno al riesgo de aplicar a ultranza un determinado principio y como sus efectos se pueden alejar de las predicciones anticipadas por los ideólogos que lo preconizan. Se observa entonces como, en vez de lograr la anhelada libertad, el ser humano se transforma en un desecho y la globalización propuesta se ve trastocada en una balcanización del espacio político-social. Queda entonces de manifiesto que esta visión del mundo, que resuena ostensiblemente con ciertos aspectos de la historia chilena, no admite ninguna posibilidad de supervivencia.
2010: Chile en llamas (novela), publicada en 1998 por Darío Oses1, transcurre en un país desintegrado, altamente contaminado y donde unos pocos soldados, últimos vestigios para ceremonias de un ejército ya privatizado, pretenden celebrar el Bicentenario de la Independencia. Los habitantes de Santiago viven expuestos a las radiaciones ultravioleta y a los asaltos de pandillas, entre edificios demolidos y rascacielos “inteligentes” protegidos por guardias privados. Asimismo, el libre mercado abarca todo, desde la droga –que ha sido legalizada– hasta el sexo virtual.
La gran satisfacción de la ciudadanía es el fútbol, actividad que concentra su atención. Justamente, luego de una derrota futbolística, el desorden estalla de manera incontrolable. Pandillas y vecinos se enfrentan en las calles, los guardias privados optan por suspender sus funciones, los presos escapan de las cárceles, el Presidente está fuera del país y sin posibilidad de ser contactado, el Congreso se compone de un grupo de gente del espectáculo, conocido como la “bancada de los payasos”.
Al mismo tiempo, en las ruinas del Hospital de la Defensa y en medio de la indiferencia de la población, fallece el “General”. Varios son entonces los que quieren apoderarse de sus restos por distintas razones: Lastra –dueño del imperio económico “Expansión”–, Agüero –presidente del Senado, quien se hace cargo de la presidencia de un Estado reducido a unos cuantos administrativos y secretarias–, Bobadilla –ex comentarista televisivo que pretende organizar las pandillas callejeras para apoderarse del país–, y un par de izquierdistas que planea un último acto heroico en contra de su antiguo enemigo político. Sin embargo, es el coronel a cargo del Regimiento Patria Nueva quien traslada los restos del General hasta el territorio de Eyzaguirre, fuerte político neoconservador, dueño de la “Hacienda Corazón de Jesús” desde donde pretende reinstaurar el Chile agrícola y tradicional. Entonces, hasta estas tierras, viajan el alférez Alvear, el pirata Gajardo, Raquel y Vicky –todos con propósitos distintos– para encargarse de los restos incólumes del General.
Si bien la desintegración de Chile se aprecia a lo largo de los veintitrés capítulos del libro, es en el capítulo XV –cuando el narrador hace un racconto de lo acontecido en la economía del país a fines del siglo XX– donde se encuentra la idea central del texto2. En dicho capítulo se da cuenta de cómo, luego de agotarse los recursos naturales exportables y de llegar a niveles extremos de contaminación, se propone la idea de “reconvertir” la economía chilena. En medio del desaliento generalizado, “Lastra tuvo el coraje de declarar que la crisis era artificial. Lo que estábamos viviendo era simplemente la superación de una etapa del crecimiento y sólo de nosotros dependía el pasar con éxito a la siguiente” (119). Entonces se plantea la reconversión de la economía.
Este principio corresponde al del modelo económico neoliberal: “libertad de elegir”. De hecho se menciona que esta idea “tenía el aval de los Papas del libre mercado como el economista Milton Friedman” (122)3. La reconversión se pone en práctica en tres ámbitos: la privatización del aparato estatal restante, la legalización de la droga, la apertura del sistema financiero a los flujos financieros internacionales de toda índole. Las privatizaciones tienen el doble objetivo de “conseguir dinero y de paso liquidar los últimos reductos estatistas desde donde se podían generar reacciones contra el libre mercado” (120). Así, por ejemplo, la Universidad de Chile “fue vendida por paquetes para que no sobreviviera ni su sombra” (120).
En cuanto a las fuerzas armadas, el Parlamento decide crear la Corporación Cóndor “con capacidad para generar recursos externos y hacer negocios”(121). Este aspecto de la reconversión de la economía permite la creación de empleo y se traduce en una nueva e importante fuente de ingresos: “En sus primeros años la Corporación Cóndor había ofrecido trabajo a grandes contingentes de cesantes, que partieron al exterior a disciplinar y a entrenar a ejércitos improvisados e incipientes, y también a luchar en ellos, aunque esto nunca se reconoció” (25). Luego, los servicios prestados por la Corporación cambian, intensificándose en tecnología. Para efectos de ceremonias, se conserva como parte del Estado de Chile un pequeño grupo de uniformados llamado Regimiento Ceremonial Patria Nueva “que debía dedicarse exclusivamente a la conmemoración de las efemérides patrias” (31). Sin embargo, lejos de ser un emblema nacional, la población no toma en cuenta esta institución: “Los soldados se sentían invisibles, olvidados, ajenos a esa ciudad que ignoraba sus ejercicios de guerra, sus ceremonias, desfiles y juramentos” (21). En cuanto a la seguridad, éste es un servicio ofrecido por empresas privadas de guardias para aquellos que pueden financiarlo. Sin embargo, las pandillas saquean los arsenales de estas empresas y los guardias optan por abandonar sus puestos.
Otra vía por la cual se pretende alcanzar la reconversión de la economía es la legalización de la droga. Nuevamente, este principio se fundamenta en el modelo económico neoliberal de la libertad individual. Tal como argumenta Agüero, “El Gobierno no es dueño de las personas. No puede, por lo tanto, disponer de sus cuerpos ni de lo que éstos ingieran” (122). Adicionalmente a la libertad de elegir, se presentan otros factores a favor de esta legalización, tales como lo infructuosa que ha sido su prohibición, la “paz social” en la cual se sume la población al poder consumir droga y la posibilidad de ejercer un control de calidad. Asimismo, la legalización de la droga significa la posibilidad de regularizar el lavado de los dólares provenientes del narcotráfico mediante la creación de una zona bancaria libre.
Una vez llevada a cabo la reconversión de la economía, sus impulsores se sienten satisfechos a tal punto que “Los políticos ultraliberales podían proclamar con orgullo que Chile era el primer país del mundo en llegar al fin de la Historia” (93). Según ellos, los principales problemas de Chile están resueltos. Sin embargo, el modelo instaurado encierra ciertas sorpresas y no sigue las predicciones de los ultraliberales.
Básicamente, esta libertad de elegir conduce a la aniquilación del sujeto que se supone ejerce su libertad en dicho sistema: “Pronto empezó a notarse que para la economía reconvertida, el hombre era un recurso desechable y desechado” (129). En primer lugar, la privatización del Estado, en vez de otorgar a las personas más poder, gracias a la menor participación del Gobierno en los asuntos privados, se traduce en una imposibilidad de manifestar y/o ejercer mediante la vía democrática cualquier tipo de preferencia. Así, por ejemplo, vemos la falta de representatividad del Presidente y los problemas que tiene para hacer uso de sus atribuciones. De hecho, el Presidente se encuentra fuera del país y, ante los problemas crecientes, el Ministro del Interior que lo subroga opta por irse de vacaciones. A su vez, el poder legislativo se ha reducido a la “bancada de los payasos”, cuyo único integrante con ansias de poder, Bobadilla, ha optado por llamar a las pandillas a agruparse al margen de la legalidad. En cuanto al poder judicial, ni siquiera es mencionado en la novela.
Asimismo, la oposición política al Gobierno está absolutamente desgastada y, cuando David –antiguo militante izquierdista– busca los líderes del movimiento para “hacerles ver la necesidad de que se unieran e intentaran tomar el control de la ciudad antes de que fuera demasiado tarde” (145) obtiene una negación rotunda a su llamado. De esta forma, Chile se encuentra en una suerte de orfandad patriótica, desprovisto incluso de identidad nacional.
Desde el punto de vista del ser humano como factor productivo, la reconversión de la economía conlleva la globalización y tecnificación de la producción. Si bien la Corporación Cóndor es una poderosa fuente de trabajo, la apertura sin límites del sistema financiero al exterior restringe el nivel de empleo en Chile. De hecho, el trabajo efectuado en el país, gracias a una sustitución de la mano de obra por la alta tecnología, se reduce tan sólo a “una pequeña elite de hombres que dominaban la más avanzada tecnología informática para manejar ese movimiento de miles de millones de dólares” (36).
Más aún, este grupo restringido de trabajadores no interactúa con el resto de la población y los negocios globalizados tienen lugar en una suerte de ghetto al cual unos pocos pueden acceder y que contrasta con el resto de la ciudad desintegrada: “En las ciudades, en medio de los antiguos rascacielos descascarados del siglo XX, sobresalían las formidables estructuras brillantes de los centros de negocios desde donde se administraban flujos de información y valores volátiles que recorrían la Cuenca del Pacífico” (36).
Un desecho desde el punto de vista productivo, el ser humano sólo puede participar en el mercado como consumidor. Para ello la reconversión de la economía ha puesto a su disposición tres bienes fundamentales: la virtualidad, la droga y el fútbol. En los malls, han desaparecido las tiendas que en años anteriores proveían a los consumidores de bienes importados de todas partes del mundo. En su lugar están los maxibares y los negocios de sexo virtual. Estos últimos, llamados tecnoburdeles, consisten en locales provistos de cubículos del tamaño de una cama donde “se acostaba al cliente para luego conectar sus centros nerviosos con estímulos multisensoriales que podían reproducir virtualmente hasta las experiencias sexuales más rebuscadas” (55). De esta manera, los tecnoburdeles ofrecen satisfacer las necesidades sexuales sin riesgo de enfermedades y, al mismo tiempo, hacen innecesarias las relaciones interpersonales. Una vez más, entonces, la libertad de elegir elimina las características fundamentales del sujeto que efectúa dicha elección y provoca una despersonalización de la experiencia.
Otro tipo de locales de los malls corresponde a las tiendas de drogas. De preferencia, éstas son consumidas en los “maxibares” donde, además, se pone a disposición del público el otro bien de consumo por excelencia: el fútbol. A través de las pantallas de televisión instaladas en dichos locales, “todas esas pequeñas multitudes albergadas en los maxibares parecían conectadas con la tribu principal, la del estadio, que celebraba el primer gol chileno” (45).
Justamente, la actividad futbolística concentra la atención de la población. La televisión se dedica a analizar en extenso los integrantes de la selección chilena que enfrentará a Perú en los cuartos de final de la Copa América. Sin embargo, el país contrincante exige el test antidoping, lo cual resulta ridículo en un país donde el consumo de droga es legal. Producto de este impasse, las rencillas entre los dos países aumentan: “Entonces se desató la guerra y también la caza de brujas. Por la televisión se mostraron imágenes de un sórdido tugurio en el barrio de los inmigrantes, donde un chamán con rasgos quechuas entraba en trance inducido por el hipnótico son de tambores” (11). Por ello, incluso antes del inicio del partido, empiezan los actos de violencia para combatir la brujería mediante la cual Perú pretende vencer a Chile. De esta forma, el fútbol aliado con la tecnología se enfrenta al rebrote de la brujería.
Al final del partido, se produce la siguiente escena, protagonizada por un jugador chileno: “La pelota ingresó limpiamente en el arco, pero desde dentro se devolvió, como si una mano invisible la hubiese arrojado fuera” (46). Mano invisible de la brujería que se opone a la del mercado y que gatilla la violencia desenfrenada cuando el árbitro anula este gol, después de lo cual “la barra… en sucesivas oleadas chocaba contra la densa malla metálica y luego retrocedía para volver a embestirla una y otra vez, como si los hombres quisieran destrozarse en ella, cosa que algunos conseguían” (46).
El empate final, que significa el triunfo de Perú, implica mucho más que la derrota deportiva y la violencia que desata: “Los hombres que se reventaban contra la reja en el estadio, y los que arrojaban botellas contra las pantallas en los maxibares, eran la tribu que había perdido a sus espíritus y dioses tutelares, y se sentían extraviados en la más horrible de las orfandades” (47). La derrota de la selección chilena deja en evidencia el vacío en el cual está sumida la población, debido a la libertad de elegir, la tecnología virtual, el libre consumo de drogas y la aparente globalización de la economía chilena.
De hecho, ocurre aquí lo contrario de la globalización, proceso conocido como la “balcanización”4 y que se aprecia en la multiplicidad de pequeños grupos que se enfrentan constantemente. La violencia se desata ya sin límites y el informe que solicita Agüero al Jefe de Investigaciones “decía que se estaban detectando señales de que los desmanes podían prolongarse, desligándose de los resultados del fútbol que los habían gatillado. Las noticias internacionales sobre los motines de las mayorías étnicas, y sobre las bandas y pandillas que arrasaban las ciudades de Europa y Norteamérica, podían ejercer un peligroso efecto. Además, se advertía por primera vez una invisible coordinación de acciones que facilitaban el vandalismo” (95-6).
Inicialmente, esta balcanización se presenta en el Parlamento relacionado con figuras como la de Lastra y cuyo “estilo político de ‘atención personalizada al cliente’, contribuyó a exacerbar la fragmentación de la ciudadanía en miles de pequeñas clientelas electorales, cada cual con sus propias demandas y veleidades” (116). Sin embargo, esta disgregación en pequeños grupos aparentemente inofensivos empieza a tomar otras características cuando estalla la violencia. Así, por ejemplo, en el sur de Chile se encuentra el reducto de Eyzaguirre, constantemente asaltado por los cuatreros, quienes a su vez tienen cierta alianza con un grupo de mujeres que lucha por mantener una utópica vida comunitaria. En la ciudad abundan las pandillas –que Bobadilla intenta unificar desde su cuartel en la Cordillera–, luchando contra grupos de juntas de vecinos y sectas religiosas. Al observar esta multitud de grupos, se aprecia la falta de cohesión y de liderazgo en cuanto existe una imposibilidad de congregar este sinnúmero de organizaciones autónomas.
En el ámbito más personal, los individuos tienen muchas dificultades para establecer vínculos, en parte debido a la accesibilidad a una realidad virtual donde éstos se hacen innecesarios. Saturados con posibilidades tecnológicas, las personas vagan perdidas, desvinculadas –excepto por la violencia– y realizan vanos y aislados intentos para volver a “la realidad real” (80).
Íntimamente relacionado con la irrupción y masificación de la virtualidad también ha ido desapareciendo la vida familiar, efecto reflejado en la frecuencia de los fracasos matrimoniales y en el alto número de niños que viven en una suerte de abandono parental. Este es, por ejemplo, el caso de Vicky, quien “se contaba entre la multitud de niños que aparentemente tenían casa, pero que en verdad estaban abandonados” (143). Desprovista de familia, ella busca llenar su carencia tomando prestadas, como prótesis para sobrellevar su orfandad, las historias de David, padre de su amiga Raquel: “Vicky se apropió de todos esos recuerdos y los integró a la prehistoria de su biografía” (144).
También en busca de libros y objetos para llenar los baches del pasado, Alvear recurre a la tienda de “antigüedades” de David llamada Yesterday5. Así el alférez se zambulle en volúmenes de El tesoro de la juventud, y en las viejas revistas Life y El Peneca6. Asimismo, Alvear satisface sus deseos sexuales en el tecnoburdel llamado You must remember7. Sin embargo, lo que justamente no logra hacer el alférez es evocar como vivencia propia su encuentro virtual con Vicky. Por ello, cuando Agüero le encarga partir al sur por los restos del General, Alvear le pide a Vicky que se despidan como si él se fuera a la guerra. Sin embargo, Vicky decide acompañarlo, junto con Raquel, para eliminar el cuerpo del General en “un último acto simbólico de afirmación de que seguimos vivos, que no olvidamos y que aún tenemos capacidad para atrapar al enemigo que siempre se nos ha escapado” (149.) El cuarto integrante del grupo es el pirata Gajardo con una vasta experiencia como mercenario y actualmente dedicado al acarreo ilegal de basura.
Estos cuatro individuos, hijos del Chile de la reconversión, llegan hasta el lugar donde se encuentra el cuerpo del General. Sorprendentemente atraídos, ninguno cumple su misión: “El hielo los seducía con su promesa de sueño eterno, los invitaba a unirse a la gélida rigidez del General, que era como el núcleo del frío, capaz de formar haciendas y regimientos que lo envolvieran para protegerlo, y de imponer un orden helado, una simétrica estabilidad de cementerio” (184).
El General es principio y fin. El país está en llamas debido a la concatenación de eventos que se inicia cuando él pone a los neoliberales en el poder y termina con su cuerpo incólume en el hielo. Focalizada en Raquel, la narración llega a su fin en una imagen que converge en el General: “era inútil intentar abrirse paso hacia fuera, sencillamente porque ya no había ningún afuera, porque esa gruta negra se lo tragaba todo y la noche helada, la noche del General volvía a extenderse por todas partes” (185).
En definitiva los habitantes del país son sólo desechos de seres humanos, carentes de destino y, al igual que el resto de la basura producida por la reconversión de la economía, ni siquiera tienen un vertedero: son los residuos imposibles de reciclar y han saturado al país. Entonces, la imagen del cerco8 se apodera del territorio social y geográfico, donde los individuos, aglutinados en violentos grupúsculos, se destruyen unos a otros. El proceso de balcanización ha empujado la totalidad del sistema hacia una suerte de realidad estática, incapaz de evolucionar. La historia ha llegado a un callejón sin salida.
La distopía propuesta por Oses presenta un fin de mundo sin posibilidad alguna de supervivencia; visión congruente con la baja complejidad tanto de los personajes como de los acontecimientos narrados y que resuena visiblemente con la linealidad de la estructura narrativa.
Bibliografía
Buzzati, Dino. 1990. Le Désert des Tartares. Trad. de Michel Arnaud. Paris: Laffont.
Dick, Philip K. 1992. The Man In The High Castle. New York: Vintage.
Finkielkraut, Alain. 1999. L’ingratitude. Conversation sur notre temps. Paris: Gallimard.
Friedman, Milton and Rose. 1980. Free To Choose. A Personal Statement. New York: Harcourt Brace Jovanovich.
Oses, Darío. 1998. 2010: Chile en llamas. Santiago: Planeta.
Para citar este artículo
Carolina Ferrer. 2005 . «Balcanización y orfandad en 2010: Chile en llamas de Darío Oses». Documentos Lingüísticos y Literarios 28: 29-33