Claudia Rodríguez
M.
Universidad Austral de Chile
Todo mi cuento de Juan Carlos García
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Autor: Juan Carlos García Vera |
Datos biográficos de Juan Carlos García Vera
Juan Carlos García Vera nació en Santiago de Chile. Estudió en la Escuela Normal Superior de Valdivia y en la Escuela de Pedagogía en Castellano, de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Austral. Posteriormente obtuvo su Master en Queen’s University, de la ciudad de Kingston, y su doctorado en Filosofía en la Universidad de Toronto. Ha sido profesor de educación primaria y secundaria, profesor de lengua castellana y de literatura hispanoamericana y española por más de veinticinco años. En la actualidad es profesor de Lengua Castellana y Literatura Hispanoamericana en el Departamento de Estudios Hispánicos de Glendon College, de la Universidad de York. En el año 2002, la comunidad de habla hispana de Toronto lo distinguió con el Premio al Mejor Escritor.
Entre sus publicaciones destacan: Historias del poder (Editorial Sinfronteras; cuentos, 1986); El dictador en la narrativa hispanoamericana (Mosquito Comunicaciones; ensayo, 2000); Historias de la Facultad y otros relatos (Mosquito Comunicaciones; cuento, 2000); Crimen sin castigo. Valdivia, Neltume, Santiago, Tejas Verdes (Mosquito Comunicaciones; memoria, 2004) y, su último libro, Todo mi cuento (Ediciones Lar; cuento, 2006).
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Pablo se acercó cuidadosamente a la zanja. Allí lo vio, estaba de lado, como si durmiera. “Verá que lo acribillaron ya muerto”, le había dicho la voz en el teléfono. Bajó afirmándose en el castaño. Cuando estuvo a centímetros notó sus magulladuras en el rostro, sus quemaduras en las manos, sus heridas abiertas en los brazos y en las piernas, su dislocación de las rodillas, tal cual se lo habían dicho. Rodeó el cuerpo por el lado de la cabeza, que se veía golpeada, y se acercó a mirarle la cara. Era, sin duda, él. Tenía los ojos semicerrados y el gesto de la boca era de una dulzura infinita. “qué grande eras muchacho”, le susurró: “Y cómo crecerás después de esta primera muerte. |
Fragmento de “Hallazgo” |
¿Qué hace que la tozudez por la recuperación de la memoria se instale en el discurso literario, testimonial o político, y en la producción escritural de Juan Carlos García? ¿Exorciza de esta manera los fantasmas? ¿Le permite luchar contra el olvido? ¿Contar la historia no oficial desde los márgenes, la periferia y la subalternidad a la cual es lanzado brutalmente? ¿Le da esta experiencia la valía y la autoridad para hablar de los otros? ¿Qué se elige de la memoria para ser contado, transparentado y qué es lo que queda en la opacidad de los recuerdos? Estamos, no hay duda, en un doble procedimiento de representación discursiva: el del ejercicio de la memoria y el de la escritura, y ambos pasan por el cedazo, el filtro de la selección.
Desde Crimen sin castigo hasta Todo mi cuento no hay distancia, sólo cambio de estrategias discursivas y narrativas, así como un giro en la función que predomina en uno y otro; en el primero, las funciones ilocutiva e ideológica, pero por sobre todo la función testimonial vinculada a un discurso historiográfico y periodístico, de filiación documental, que se sirve de la verificación de los datos para develar y comunicar la “íntima verdad”. En el segundo prevalece la función poética, literaria, que se da la licencia de ficcionalizar la historia, de transformar el mundo real (el mundo como tal) en un mundo como si, utilizando sin embargo otros códigos de representación de lo ficticio; poder de la imaginación que permite transformar la palabra, sin alejarse del contexto referencial y del discurso testimonial. A pesar de estos matices, ambos textos siguen fiel y consecuente el leitmotiv que atraviesa la vida y la obra de García, el tema del poder, del abuso, la figura del dictador, y por ende un discurso que devela el “revés de la arpillera”, al decir de René Jara, isotopía traslúcida que como liana salta y se revela de relato en relato.
Referirse a Todo mi cuento de Juan Carlos García es hablar de todo su cuento. El título juega con la polisemia de la palabra, por un lado desde la informalidad de la lengua en el sentido de su cuento como su historia, su rollo, pero también nos orienta al tipo de texto, al género literario que lo cobija (el relato) y a su estructura (una antología o conjunto de cuentos que conformarían este todo hilado por un mismo tema). Por tanto estamos frente a un libro que recoge gran parte de la cuentística del autor publicada preferentemente en dos textos y que dan cuerpo a las secciones del libro: la primera, Historias del poder, es un conjunto de 16 relatos, del texto homónimo (Editorial Sinfronteras, Santiago de Chile, 1986), prologado por Juan Armando Epple. El segundo capítulo, una selección de 14 narraciones de Historias de la facultad (Mosquitos editores, Santiago de Chile, 2000), prologado por Naím Nómez.Finalmente se nos presenta el capítulo otros relatos, en el que se incorporan 12 textos, algunos de ellos inéditos.
Los relatos reunidos en la primera parte tornan corpóreo los tentáculos del poder en personajes: de los mandos altos y medios del mundo militar (coroneles, capitanes, comandantes, tenientes) (“Esos muertos son todos suyos, Coronel, dijo con tono salamero y connotado orgullo un personaje del relato West point), “Cuando mi capitán dice algo, vos te callai!” (en Regresamos a casa por sólo cinco minutos); también se encarna en abogados (Poderes plenos), en un latifundista que asesina a su peón, en un viejo débil que conserva en la mirada los muertos con los que carga, en traidores que delatan a los amigos.
Los recursos con los que trabaja el abuso del poder son principalmente la metáfora, la ironía y la catarsis. Desde el punto de vista de la estructura, utiliza en algunos relatos, los más extensos, la narración intercalada, el dialogismo y la intertextualidad dentro del mismo libro.
El sujeto que enuncia es polifónico. El autor cede la palabra a una multiplicidad de sujetos, voces que a veces se leen y otras se escuchan, dependiendo de los relatos y quizás también del ánimo y el temple del lector. Sin embargo, entre esas voces se puede, de tanto en tanto, reconocer el timbre de Juan Carlos García, ese yo autobiográfico que despliega estrategias de enmascaramiento para dejar de ser él y poder ser y representar, desde una experiencia compartida, a los otros. Un ejercicio complejo debe ser el darle la voz narrativa al torturador y al asesino, no obstante, es un recurso que subvierte el discurso oficial, al hacer burdo y evidente el despotismo que ejerce.
Historias de la facultad, es, en palabras del propio García, “principalmente una burla sobre el poder, relacionado con otro tipo de dictadura: la de la cátedra”. Los relatos aquí reunidos se vinculan más a un tipo de discurso metaficcional, en el que el narrador es un profesor de literatura que trabaja en la universidad y desde allí reflexiona, critica y cuenta anécdotas del entorno académico. Una de ellas, y como botón de muestra, es la descripción de una típica reunión institucional del relato “Vida en la Facultad”:
…es hora de comenzar, dijo el jefe. Una hora más tarde los asuntos de la burocracia estaban absolutamente despachados (…) como todos habían estado de acuerdo, no había ocurrido nada interesante por lo que cada uno se fue pensando en lo suyo. Afortunadamente en las reuniones de la facultad jamás se hablaba de temas controversiales: nunca una discusión sobre nuevas corrientes de pensamiento, sobre pugnas intelectuales o sobre interpretaciones contradictorias de los hechos históricos. Ni siquiera se comentaba sobre nuestros propios libros porque en realidad muy pocos publicaban y ninguno leía a nadie. De tal manera que la armonía entre nosotros era maravillosa. Sólo se interrumpía a veces por divertidos escándalos de pasillo, cotilleos de gente aburrida, pequeñas pugnas por poderes ridículos o por sencillos actos de deslealtad y traición…
El acento de estos relatos, como se puede percibir, difiere del anterior; predomina un tono humorístico, sarcástico y carnavalesco, en el que la ironía es el recurso por excelencia, que le da la posibililidad de reírse y desmitificar el mundo solemne de la academia. La cercanía de estos temas, personajes y espacios nos hacen, una vez más, sospechar de la proximidad del autor con su experiencia universitaria en Canadá; pero también de la identificación con estos estereotipos y situaciones reales que vivimos los que estamos en el medio. Lo universal y lo particular se conjugan en estos cuentos. ¿Acaso no reconocemos y no nos reconocemos en Margota, el decano, Mary Ann Rock, Gregorio Lipincoy, la Señorona, entre otros personajes que rondan estos textos? ¿Y en situaciones como el difícil acuerdo de una lista de libros para comprar? ¿En dirimir un concurso para académicos? ¿El veto contra un colega camuflado en un supuesto gesto solidario? ¿El predominio masculino de un discurso sexista desde la propia voz narrativa? ¿Las cercanías por intereses creados, relaciones funcionales, celos, envidias y ansias de poder? ¿O las tensas relaciones con la autoridad y la jerarquía universitaria?
Naím Nómez ha señalado “La mayor cualidad de Juan Carlos García, está en su capacidad de darle al relato tradicional un tono irónico y desmesurado que al mismo tiempo que mediatiza lo contado, lo asemeja a estas leyendas y mitos arcaicos cuyo germen prevalece en la memoria por su esencialidad y síntesis argumental (…) Son historias de traiciones por un poder efímero y oblicuo, de hipocresías e ignorancias, de transformaciones y vanidades, de debates intrascendentes, de invenciones científicas y celebraciones vacuas” (Prólogo, 2000).
Finalmente, la sección “Otros relatos” corresponde a una serie de narraciones misceláneas, de diversas temáticas, estilos y extensión, pero que siguen la misma línea y tono irónico de crítica social y defensa de los derechos humanos. Se alternan y conviven textos de distinta factura, homenaje a los seres queridos que siempre lo acompañarán, como René Barrientos, y Ernesto, pero también es un homenaje a seres marginales como los choferes de autobús, el Pelucón y el Negro, el guitarrista Aníbal Pando o el huilliche que le habla del abuelo Huenteao, entre otras historias.
Todo mi cuento es, en suma, un recorrido por las pulsiones y pulsaciones del autor. Leer sus relatos es inevitablemente asociar la palabra con la figura de Juan Carlos García; y estar frente a Juan Carlos García y escucharlo hablar, es reconocer que sus textos no pueden sino ir tras la recuperación de la memoria.
Para citar este artículo
Claudia Rodríguez M.. 2006 . «Todo mi cuento de Juan Carlos García». Documentos Lingüísticos y Literarios