Verónica Zondek
Poeta y traductora

Las locas mujeres de Gabriela Mistral

Resumen

En esta conferencia*, se intenta demostrar el profundo conflicto del sujeto poético de la obra mistraliana con respecto a la existencia individual y social, el mundo político y el orden tradicional. Se analizan, en ese sentido, los capítulos "Locas Mujeres" de Lagar I y II, donde por fin se observa el profundo desarraigo de la poeta-mujer que busca refugio finalmente en la soledad y la locura.

No me considero una experta en Gabriela Mistral, sino una poeta que comenzó a leerla con ojos propios a partir de un Encuentro que organizamos con ese fin el año 1989 junto a la poeta Soledad Fariña y a las críticas, Raquel Olea y Eliana Ortega. El canon poético nacional sofocó a la poeta en Gabriela Mistral gracias a sus múltiples artilugios, y pienso que sólo una relectura intencionada y profunda de sus poemas puede devolverle el aire. Los intentos por canonizarla dentro de patrones como los de la 'gran madre nacional' y/o la de 'mártir del amor', la ilustre maestra, etc., no han sido capaces de apagar la llama de sus palabras, que hoy encienden nuevamente las brasas de su verso honesto y certero con el cual re-raya la cancha del juego poético. Me detengo acá en estos poemas de "Locas mujeres" tanto de Lagar I (1954) como de Lagar II (1991), porque en ellos he encontrado el concentrado de una voz, terrible y maravillosa a la vez, que habla con palabras mujeriles, que hoy como ayer, lidian con nuestro consabido 'deber ser'. El dolor de la testigo Mistral, su goce al constituirse en sujeto, su deseo de entregarse a lo inasible sin dejar de vivir el aquí y el ahora, son todos, sin lugar a dudas, desafíos constantes para cualquier poeta. Es decir, es imposible para el o la poeta acomodarse en ese otro espacio, el del centro, porque es sólo desde una cierta distancia donde se hace posible mirar para poder hablar. La lectura de los poemas reunidos bajo el título 'Locas Mujeres' da pie a un reconocimiento cabal de lo que la Mistral fue como poeta, ensayista, prosista, política y mujer. La complejidad del conflicto que asedió a la Mistral y que es palpable en toda su obra, se resuelve a mi juicio con fuerza inaudita en estos poemas. Aunque es cierto que los poemas de "Locas mujeres" de Lagar II no están del todo terminados, ya que éstos aún se hallaban en proceso de corrección por la autora cuando acaeció su muerte, también es cierto que la fuerza de sus imágenes y de su lenguaje, aportan enormemente a la complexión del imaginario que inició en la sección "Locas mujeres" de Lagar I.

Intentaré en este breve escrito sobre los poemas mencionados, dar cuenta de algunas cosas relevantes para la escritura y el ser. Algo de la percepción mistraliana sobre el dolor y la alegría, el apego al terruño y el desarraigo, la extranjería existencial y/o la material, sobre su sentido de lo patriota y el deseo y algo también sobre la pasión como motor y fuente inagotable, sin obviar su percepción de la vida y la muerte, y de cómo todo aquello se instala en un paisaje reconocible, natural y potente: el mundo. Comienzo por cierto significativo. La lectura de estos poemas, me incita a seguir leyéndolos, porque reconozco en ellos una lucha personal y percibo viva la carne de una poeta que logró apersonarse gracias al poder de su palabra y a la infinita tozudez con que actuó en todas las áreas donde se hizo presente. No puedo dejar de decir que tanto en sus poemarios como en sus discursos políticos, ensayos y cartas, Mistral da cuenta de la misma escisión, la misma contradicción contenida en estos poemas, aunque no con la claridad y precisión de la que hace gala aquí, exceptuando las palabras de algunas de sus cartas. Demás está decir, que esta escritura es su juego serio y querido, pero también el espacio donde ella, Lucila, la maestra campesina ignota, accede a su muerte como tal, cosa que nunca reconoce a cabalidad. Estos poemas conforman una mapografía del ser femenino, y son 'retratos hablados' de mujeres, de otras que también son ella, produciendo así, de su puño y letra, una galería de figuras locas, locas de atar, porque definitivamente no corresponden a la imagen que de la mujer se espera. Mistral muestra aquí sin tapujos su incomodidad para con el mundo en que le tocó desempeñarse, su incapacidad permanente para ajustarse a las normas establecidas, su extrañeza a la vez que la multiplicidad de habitantes y voces que la conforman. Atrás queda Lucila aunque no borra su huella ni la desconoce y comienza la construcción apegada de Gabriela, la mujer multifacética y desafiante que alcanzó el Nobel. Nunca unívocas, siempre en conflicto, estas personajes dan cuenta de la pugna de las voces interiores en la poeta. Mujer en transición, entre el deber ser y el ser, la Mistral da cuenta de la lucha por constituirse en una individuo opinante, existente y alerta, aunque esto le costara el rechazo de la misma sociedad que un tiempo después no dudó en canonizarla en un renovado intento por anular su potencia, que aún no amaina. Testigo aguda, tanto por lo precisa como por lo punzante, da cuenta de su circunstancia en versos de ritmo hipnotizador y en imágenes que, perteneciendo al mundo americano y andino, pertenecen al mismo tiempo a una voz que conoce el mundo y la literatura. En fin, estos poemas dan cuenta de que el ojo y la mano de la Mistral son sin duda y a pesar de las petrificaciones a las que se los ha sometido, los de una poeta empedernida y sin remedio.

Las mujeres de "Locas Mujeres" son mujeres solas pero fuertes, que precisamente debido a esto logran convertir su soledad en fortaleza. Cada una de ellas corresponde a una de las facetas de la poeta, ya sea las que asume en forma abierta o las que constituyen el rostro oculto de la otra sí misma. Porque estos poemas, dan cuenta de un ser partido, no siempre asumido a nivel consciente, y a veces en formación. Son ella, como ella es, como quisiera ser, como fue. Cada uno de estos poemas da cuenta de la lucha férrea que encaró con su medio para poder sobrevivir y de ahí el rojo dolor que perturba profundamente al lector, pero que para Mistral no es más que el precio necesario a pagar para sobrevivir. El conflicto en que devienen estos diferentes rostros es el que se ha dado en nombrar como la 'dureza' de la poeta, siendo que, pienso, no hay otro modo de mantenerse en la vida con dignidad y entereza. De ahí el lenguaje preciso, nunca sobrante (al menos en Lagar I) de estos poemas, la lejanía de sí misma, el ojo que celebra y llora al mirarse en el espejo reflejo de sí. La poeta es ante todo una mirona obligada, prisionera de una sensibilidad que no le permite el acomodo y de una honestidad que no transa ante el dolor. Dolor que, incrustado en una conciencia como la de la Mistral, sólo alivia con la escritura y sedimenta, permitiéndole así clavar su cuchillo cargado de significado en cada uno de los versos que escribe.

Las mujeres de estos poemas son locas porque con ese adjetivo las aleja del canon, del deber ser. A través de cada una de ellas, Gabriela Mistral transgredió la imagen convencional de la mujer y se permitió la libertad de asumir cada una de sus caras. A 'la loca' no se le piden cuentas, se la acepta y se la segrega. Acostumbrada a ser 'la otra', la segregación para la Mistral es un modo de vida y en él se siente cómoda, en ese espacio encuentra la fuerza necesaria para ser, se mueve con naturalidad. Las distancias que esta personaje le permiten, es lo que posibilita que la Mistral se perciba en la diferencia, y ahí, en ese espacio, se mueva con comodidad, libertad y orgullo.

'La loca' no tiene restricciones en su actuar. Los modos del mundo que habita no la tocan, no le incumben. Por eso que esta figura le queda cómoda a la Mistral, sobretodo para andar en sus contradicciones y con la multiplicidad de voces que la habitan. La Mistral ancla en la 'loca' y habla a través de sus múltiples caras, dándole con el puño a la rigidez de esos roles que a la mujer siempre se le han asignado y de los cuales recién comienza a percudirse. Yo soy todas y todas son yo, y eso es lo que hay, sobre eso me paro, desde ahí hablo, soy y me asumo. Si debido a todo lo anteriormente mencionado, enfrentó el rechazo, el menosprecio y finalmente la canonización que recién ahora, quizás, comienza a resquebrajarse, bien valió la pena, porque estos poemarios son y serán por mucho tiempo, seña de la lucha y el dolor, en el decir común, 'el precio' de hablar con integridad. Es decir, acepta la vida aunque esta celeste, le cueste.

Por otro lado 'la otra', la loca, la afuerina, es también la amante, la que queda fuera de la dualidad reinante en nuestro mundo occidental, la que no se nombra, la prohibida. Mistral habla por boca de esta otra, de la ausente y así se constituye en sujeto de su propia escritura. Es sobre la página escrita donde la Mistral logra asumir esta voz y convertirse en la transmisora de su ser más íntimo, su sí misma. Construye esta subjetividad escindida, la asume y la edifica sobre el papel. Esa es su voz y quien desee conocerla, tendrá que aceptarla con todas sus contradicciones. En estos poemas, existe en el imaginario usado por la poeta un reconocimiento de los límites que debe romper para poder brotar con dolor al espacio de la libertad. Como en todo parto, el dolor y la esperanza se mezclan, las posibilidades y las ataduras se entrelazan para dar forma a un ser autónomo y nuevo. Esta subversión de la imagen unívoca de la mujer habla de la predominancia de lo mestizo en los escritos de la poeta.

Todas, 'la otra', 'la fugitiva', 'la abandonada', 'la bailarina', etc., no son otra cosa que los senderos del mundo, la escritura que le hace entrega a la poeta de la libertad con mayúscula y la herramienta para ser, para asumirse desde el risco donde asoma la muerte, pero también y a la vez, la posibilidad de arder en la llama de la vida. Pasión incendiaria que hará de la vida y la obra de la Mistral, un solo e indivisible todo. Es en ese espacio donde el desarraigo fundamental que sufre cada una de sus personajes toma forma, desarraigo que es al mismo tiempo un fuerte deseo de abandonar. Pero este abandono no se lee como algo horrible, sino más bien como un descanso, un deseo de unión con 'lo otro', con 'lo inmenso', y en su defecto, con 'los otros' que ya han hecho abandono de la carcasa de carne que los mantenía anclados a este mundo, logrando así, al fin, la tan deseada patria/pertenencia. Escritura o muerte. Página en blanco y tumba. Es en este modo de concebir la muerte, donde Mistral vierte su carga religiosa, panteísta, mística y cristiana, asunto sobre el que no me detendré, porque nos aleja del tema central.

Todas las 'locas mujeres' dependen de algo, y en eso son frágiles y humanas, pero es esa dependencia la que a la vez les imbuye la rebeldía que las carga de significado. Lo vemos en el abandono de 'la abandonada', en el desprendimiento de lo masculino de 'la ansiosa', en el desasimiento del mundo que asume 'la bailarina' para ser aquí y ahora, en el despego de 'la desasida' para hacerse del mundo del sueño, y de 'la desvelada' para hacerse del mundo particular de la oscuridad. Todas ellas y las otras que no mencioné, van siempre tras el deseo de pertenecer, de hacerse una patria, de sentirse en casa. Este rasgo es muy particularmente mistraliano, ya que la poeta sólo asumió su patria en la escritura, en el sueño, en la vigilia y en el deseo. La patria como tal, la de los chilenos, siempre le produjo sentimientos encontrados, rabia y antipatía, y de hecho sólo reconoció su 'chilenidad' en la fauna, la flora y la geografía además de reconocerla en los niños y en el amado valle y su gente. Por eso todas las 'locas' no tienen donde agarrarse y buscan un espacio terrenal o celestial o imaginario donde erguirse y construirse. Es así, como se nos abre la posibilidad de ver en estos poemas un símil de la tragedia central que suele habitar al escritor, la de no encontrar arraigo sino en la palabra; es decir, el territorio de la escritura es y deviene patria. Es por eso que 'las locas mujeres' son un acierto literario, amén de una experiencia a compartir con cualquier otro que sienta esa incomodidad.

Es interesante también observar que el personaje de 'la loca' no aparece por primera vez en estos poemarios, sino que forman parte del imaginario mistraliano desde un comienzo. O sea, la objetivación de esta extranjería es lo que hace de la Mistral un personaje simultáneamente atractivo y repulsivo para el sistema, que se apoya en esta imagen ya de por sí expatriada de cualquier normalidad posible. 'Las locas' se adentran en los temarios persistentes de la Mistral: la condición de la mujer, la materia, América, el desarraigo, la naturaleza, la muerte como unión con el todo, la pérdida, la soledad. Lagar II acentúa en forma notoria el dolor de la escisión que vive la Mistral para por la herida atestiguar el goce de poder constituirse en sujeto, el deseo de dejarse llevar y diluirse en lo inasible a la vez que la fuerte necesidad de vivir el aquí y el ahora con los ojos de frente a la tragedia que significa habitar la intemperie de un mundo mujeril siempre ajado entre el 'deber ser' y el 'soy'. Vagabunda, extranjera, apátrida, encuentra en Electra, Antígona, etc., las personajes que le ayudan a simbolizar y a recorrer su manera de instalarse en el mundo. Siempre 'la otra', la que para estar debe dar dura la pelea, porque aunque es cierto que las cosas han cambiado para la mujer, la mujer de entonces y de hoy debe, con esfuerzo y sudor, ser mil veces más que el hombre para lograr algún reconocimiento. Y como poeta, por cierto, la batalla por instalarse como voz válida en el escenario poético de Chile, que siempre está a la espera de un vate, es ardua. Ardua, si el deseo poético de esa voz es, justamente, la de entrar en diálogo con sus contemporáneos, la de ser 'medida por la misma vara'.

Así como 'la loca' es materialización de 'la otra', la niebla y sus estados símiles son la atmósfera predominante de estos poemas, lo que hace posible que 'las otras' tengan cabida. La niebla como lo que desdibuja, confunde, desintegra y da paso a la locura, a la pérdida de límites, a la distancia y a los sentidos distorsionados. La ambigüedad tanto sintáctica como léxica son los elementos que dan forma a la rebeldía mistraliana en estos poemas. El desacato resulta ser entonces el territorio del conflicto que no se resuelve, sino que más bien potencia el habla de un ser que no está cómodo ni aquí ni allá. Esta poesía constituye efectivamente la manifestación de un conflicto mujeril de roles que hasta el día de hoy se encuentra en cuestión. De ahí la sensación de fuerte angustia que desprende la lectura de sus poemas, el descontento que no encuentra arraigo en ninguna figura que no sea la que busca, la que corta, la que se desvanece. No hay canon que la someta, pero tampoco hay lugar de descanso otro que no sea la muerte unificadora o la escritura en las que ella cree fehacientemente. Desgarrada por su ser y su estar, Gabriela Mistral es testimonio vivo de una cicatriz mal habida. Su lengua no ceja de cuestionar los modos de este mundo, y es justamente ahí donde radica su importancia y su peligro. Si bien es cierto que la Mistral es una mujer que asume su hacer y de algún modo paga el precio de esta inevitable tarea, por otro lado su escritura está siempre en medio de la dicotomía existencial. Es, a fin de cuentas, un testimonio vivo de lo que significa la soledad, el no pertenecer a ningún lado, el abrirse camino con las uñas y el alma. Si concede muere y si no concede, duele. Ese es el drama que se concentra claramente en estos poemas.

 

Bibliografía

Mistral, Gabriela. 1954. Lagar. Santiago: Del Pacífico.

_____. 1991. Lagar II. Santiago: Dirección de Bibliotecas Archivos y Museso.

 

Para citar este artículo

Verónica Zondek. 2006 . «Las locas mujeres de Gabriela Mistral». Documentos Lingüísticos y Literarios