Pedro Parra Deleaud
Licenciado en Letras y escritor
Del Chuangtzu*
About Chuangtzu
De los treinta y tres capítulos que nos han llegado del antiguo libro Chuangtzu (hoy, en transcripción pinyin, el nombre es Zuangzi) los siete primeros se atribuyen al Maestro Chuang, o también, Zuang zi (filósofo chino del siglo IV antes de Cristo), y los veintiséis restantes, a la tradición. Para decirlo de manera llana: es el libro que se formó de los escritos de un sabio y los comentarios de un gentío. Como si dentro de veinte siglos, la obra perdurable del poeta venezolano José Antonio Ramos Sucre fuera publicada junto a los comentarios anónimos dce muchas generaciones, y llamada el Ramosucre.
Compuesto de ensayos, fábulas, paradojas y anécdotas, en este libro se nos advierte del carácter imprevisible de la realidad, y de cómo al tratar de intervenirla o interpretarla, siquiera enunciarla, nos apartamos del curso natural de los acontecimientos (al que llama Tao). En opinión del Chuangtzu, el árbol de madera valiosa es el primero que abate el hacha del leñador, los cerrojos de puertas y de cofres son una invitación al ladrón y el hombre que busca fama y renombre condena la libertad y tranquilidad de su espíritu. El más alto logro del esfuerzo es sin esfuerzo y la acción acertada se hace sin deliberación.
En castellano, contamos con dos traducciones directas y completas del chino: la de Carmelo Elorduy (1972; 1993) y la de Iñaki Preciado Ydoeta (1996). También hay un par de buenas traducciones parciales: la de Pilar González España y Jean Claude Pastor-Ferrer (2002); y otra por Octavio Paz (2000).
Dije al principio que sólo siete de los treinta y tres capítulos se atribuyen a Chuang Chou (como también se le conoce). Son los llamados “Capítulos interiores”, en los que está revelado el núcleo de su saber. Los veintiséis restantes (repartidos en quince llamados “Capítulos exteriores” y once “Misceláneos”) son el resultado de reelaboraciones de la tradición taoísta. Entre ellos, como han apuntado comentaristas antiguos y modernos, se observan diferencias de estilo y de contenido, por lo que se piensa que todo el libro no salió del mismo pincel.
Hoy sabemos, por viejas referencias bibliográficas, que la obra fue antiguamente más extensa, que llegó a contar con cincuenta y dos capítulos, pero que aproximadamente quinientos años después de escrita, un comentarista enardecido eliminó diecinueve capítulos, pues los consideró llenos de “patrañas y hechos portentosos y absurdos”, añadidos por escritores ineptos e inescrupulosos.
Me gusta leer la edición de Caracas, que circula (o circulaba) bajo el sello de Monte Ávila Editores, porque tiene una ostensible ventaja: presenta, junto al texto traducido, el texto chino en caracteres ideográficos. Esto, aun cuando no entiendo los caracteres, me hace sentir metido en materia. De esa edición me salto, sin embargo, gran parte del “Análisis” del traductor, sobre todo cuando se pone a buscarle semejanza al autor chino con el filósofo Plotinio, que no le hace al caso. Creo que con eso estaría bien. También tengo una predilección sentimental por esa edición. Con ella le agarré gusto al taoísmo. Recuerdo que los primeros ejemplares salieron con las tapas en rojo escarlata, lo que me pareció escandaloso. Entonces no les tenía respeto al libro ni a su doctrina y todo aquello me parecía una gran chinoiserie. Sin embargo, cierto día, hojeando sus capítulos aquí y allá, me dejé llevar por la lectura. Quizá el diálogo que más influyó en mi conversión fue aquel que pasó entre Chuang Tzu y su amigo Hui Tzu, en el que hablan de la utilidad de no servir para nada. O tal vez las palabras que el rey de Wu dice a su amigo Yen Pui en la montaña de los monos, no recuerdo bien. Lo cierto es que desde aquel momento ya no volví a pensar igual.
De mi viejo ejemplar escarlata no recuerdo adónde fue a parar. Seguramente lo vendí en algún remate de libros. Después he comprado tres ejemplares más, de la misma casa editora, pero con otro color en las tapas. Uno de ellos se deshojó malamente y tuve que botarlo. Un segundo ejemplar, que me acompañó hasta hace poco, lleno de notas y subrayado, lo regalé al doctor Yu Bai, médico acupuntor de Valencia la de Venezuela, que me alivió de una dolencia en la espalda. El tercero todavía está conmigo y es el que uso ahora para confirmar una cita o refrescar un capítulo.
¿Me engaño al tratar de obtener algún conocimiento de la lectura de este libro? Su sabiduría me ha tocado en pequeños avances y nunca de una sola vez. Ha habido etapas en que lo he visto como un libro prescindible. Otras, en cambio (así me sucedió hace un par de años), se ha vuelto mi lectura referencial, en la que encuentro un sustancioso meollo. Para decirlo de una vez: el Chuangtzu es una de mis biblias. Hay libros que me apagan; éste me enciende. Y así lea un montón o un breve fragmento, su influjo se hace sentir de inmediato. Haga frío o calor, llueva o brille el sol, siempre lo hojeo. Y me resulta algunas veces como el vuelo de un pájaro, y otras, como el vuelo de un dragón.
Bibliografía
Elourdy, Carmelo. [1972]. 1993. Chuang Tzu. Caracas: Monte Ávila Editores Latinoamericana.
Preciado Ydoeta, Iñaki. 1996. Zhuang zi (Maestro Zhuang). Barcelona: Kairós.
González España, Pilar y Pastor-Ferrer, Jean Claude. 2002. Los capítulos interiores de Zhuang Zi. Madrid: Trotta.
Paz, Octavio. 2000. Chuang Tzu. Madrid: Siruela.
Para citar este artículo
Pedro Parra Deleaud. 2007 . «Del Chuangtzu*». Documentos Lingüísticos y Literarios