Escribir y auto-traducirse con ¿ética y estética?

El lugar de la escritura en tsotsil

 

 

Mikel Ruiz

Mg. Mikel Ruiz

Doctorado en Ciencias Sociales y Humanísticas

Centro de Estudios Superiores de México y Centroamérica

Chiapas (CESMECA/UNICACH)

 

Estoy convencido que más que un problema, escribir en dos idiomas es una doble posibilidad de expresión, de pensar en dos mundos y tiempos, una doble mirada. A diferencia del español, el tsotsil, mi lengua materna, es un idioma que no está estandarizo hasta nuestras fechas. Escribir con él es caminar en un terreno minado de cardos, limpiarlo nos costaría más de una picazón de sus espinas, incluso algunos hemos optado por dejarlo así, es decir, no estandarizarlo.

            En la literatura el tsotsil me ha permitido visibilizar los problemas sociales, la violencia que se vive en los parajes más alejados de la ciudad, la forma en que seguimos dominados por el pensamiento colonial al considerar a los blancos y su idioma como vías de conocimiento, de progreso. Es cierto que en la literatura el tsotsil aún no tiene la cantidad suficiente de lectores que deseamos, pues su escritura es reciente. Mas no por ello, los que hemos comenzado a utilizarlo como herramienta de creación, dejamos de cuidar su ritmo, su limpieza, su capacidad real de expresión del mundo que vemos, que sentimos, que dolemos en nuestros desplazamientos, pues, precisamente, ¿si no existen materiales cómo creamos lectores?

            Si bien el idioma tsotsil ha ganado terreno en la literatura, no es así en la academia. Aún seguimos y acatamos el peso dominante del español para avanzar en nuestras investigaciones, en nuestras reflexiones. Pero no me quejaré como si pretendiera con ella justificar mi falta de dominio para decir lo que quiero decir en español, lo que mi capacidad de crítica me exige exteriorizar con los que no dominan mi lengua materna. Este texto, pues, es una reflexión que necesito hacer para mirarme en el espacio en que me encuentro, pensar sobre mi condición de escritor e investigador al mismo tiempo, ambas actividades insoslayables en mi quehacer.

            A esta posibilidad de escribir en dos idiomas, los que lo practicamos, se le denomina bilingüismo que, idealmente, sería escribir en ambos idiomas con el mismo nivel de expresión y comprensión de nuestras preocupaciones. Pero no siempre ha sido así. Desde pequeños nos enseñan a leer y escribir en español, lo que no se hace con nuestras propias lenguas.

            A partir de los años ochenta algunas personas, Jacinto Arias, por ejemplo, vieron la necesidad de usar la propia lengua en la escritura, fomentar su uso en la creación literaria. Para lograrlo tardaron un par de décadas. Al iniciar el año dos mil surgieron algunos personajes importantes como Enrique Pérez, Ruperta Bautista, Alberto Gómez Pérez, Nicolás Huet y Josías López Gómez quienes, en la literatura, mostraron realmente la fuerza de la lengua materna desde la poesía y la narrativa. Claro, textos en tseltal y en tsotsil acompañados de una traducción al español. Es decir, no fue suficiente haber logrado un lugar en la difusión de estas lenguas, sino la necesidad de traducirlas al idioma oficial. ¿Por qué? ¿Quién puso como regla obligatoria traducirse al idioma oficial para que pueda ser publicado? ¿El propio autor? ¿El editor o la editorial que, por otro lado, las pocas que existen, son instituciones públicas?

            Reconozcamos que el objetivo primordial de los primeros escritores en tsotsil fue “rescatar” y “preservar” la lengua materna ante la amenaza de su desaparición, recuperando y trascribiendo narrativas de la tradición oral. Eso cambió a inicios del nuestro siglo. Los autores mencionados arriba se profesionalizaron en las herramientas de creación literaria para experimentar nuevas formas de narrar y versar, presentándose como escritores indígenas o en lenguas indígenas. Pero, ¿y por qué el adjetivo?

            Se pensó que, como con esta forma de identificación heterónoma se trató de menospreciar al otro, con el mismo adjetivo se podía alzar la voz para rebelarse ante la ideología dominante. Es decir, una forma de hacerse subalterno conscientemente. Ahora no sólo hablaba, sino también escribía en su lengua. Esta incongruencia, sin embargo, ha seguido abonando a los objetivos de la colonización y, además, del pensamiento moderno, homogeneizar las diferencias con un sólo adjetivo para su fácil supresión. Otra incongruencia común se encuentra en las lenguas originales con un material ineficiente, poco claros, poco comprensibles por una falta de corrección, de lectores antes de publicar, en la lengua materna.

            ¿Escritor “indígena” o indígena “escritor”, nos preguntábamos un día con el escritor Marceal Méndez Pérez, porque escribimos en nuestra lengua materna, y nos auto-traducimos al español? Esta forma de identificarnos me parece de dudosa validez ética. En la mayoría de las veces decimos que nos auto-traducimos porque 1) no tenemos traductores en nuestras propias lenguas, 2) nos permite tener lectores en español y 3) en nuestra lengua materna nadie nos lee. Las tres razones son ciertas. Pero, ¿no habría una cuarta razón?

            Cabe señalar que la mayoría de los libros publicados en versión bilingüe, la lengua española tiene mayor preferencia por los lectores, incluso de quienes saben leer en tsotsil, porque está revisada por más de un especialista o por el propio autor, es decir, el español ocupa mayor peso que el propio idioma. Sin necesidad de ejemplos, es común que los escritores, a la hora de leer sus textos en público, o se les dificulta una pronunciación clara de lo escrito, por tanto, la musicalidad y el ritmo se pierden o, también es realidad, que a la hora de leer en su lengua materna se oye una pronunciación fluida y clara, pero al observar el texto no se siguen las reglas gramaticales y fonéticas como están escritas, es decir, no lee lo escrito.

            Lo anterior se debe, tal vez, a que nuestra lengua materna nunca ha tenido importancia en la educación oficial, los pocos materiales que existen no son aprovechados por los profesores porque muchos de ellos, o no hablan la lengua de los niños que educan o no consideran importante enseñarla porque los niños saben hablarla. Así, para los que comienzan a escribir en su lengua materna a la edad adulta no se nos facilita la lectura si no la practicamos día a día como lo hacemos con el español.

            Como un acto ético y estético, los escritores tenemos la opción de romper con la cultura tradicional controlada por un pensamiento colonial, incluso con la llamada tradición oral. Esto no significa menospreciar la oralidad, al contrario, la podemos usar en la escritura con creatividad, jugar con sus elementos para acercar su lectura a los niños en las escuelas en donde no tienen la posibilidad de leer en su lengua materna.

            A finales de 2017 publicamos en San Cristóbal de Las Casas el libro titulado Ts’unun: Los sueños del colibrí, poemario en cuatro lenguas (tsotsil, tseltal, zoque, ch’ol), en coautoría con Antonio Guzmán, Lyz Sáenz y Canario de La Cruz. Este material se diseñó originalmente como herramienta didáctica para enseñar a leer y a escribir en estas cuatro lenguas a los niños en escuelas primarias. Con este trabajo, para nuestra sorpresa, observamos que los niños les gusta leer, además de escribir. ¿Qué falta entonces? Descentralizar la idea de que sólo en la ciudad se enseña literatura, romper con la idea romántica de que, en la ciudad, a decir incluso por Ángel Rama con la “ciudad letrada”, se solucionan los problemas lingüísticos en las instituciones académicas. Con esta experiencia de ir a dar talleres en las comunidades con niños para leer y escribir en tsotsil, tseltal, ch’ol y zoque hemos aprendido que falta desarrollar proyectos de creación literaria para los niños, involucrar a los profesores en el uso de poemas y narrativas breves, y provocar que los niños escriban en su propia lengua, que puedan leerla y comprenderla, jugar con ella para la imaginación y la escritura.

            ¿No debemos auto-traducirnos? ¿Tenemos la obligación de dedicarnos única y exclusivamente a escribir en nuestro idioma? Me parece que este es el mayor dilema. Si escribimos únicamente en nuestro idioma, lo que idealmente estaríamos haciendo, seríamos leídos por nuestra gente, a la larga, y por quienes se esfuerzan por aprender el idioma. Entonces tendríamos que preguntarles a Nabokov, Conrad, Kafka, Kundera, Cioran, Keouak, entre otros, ¿por qué escribieron sus obras en otro idioma que el suyo? Un creador, me parece, tiene la libertad de escribir en el idioma que le plazca. El problema aquí, como planteé al principio, es la auto-traducción. Vivimos en una línea fronteriza, que algunos llamamos ser bilingües, lo que nos permite no sólo escribir hacia adentro sino también hacia afuera en otro idioma. Mientras más gente nos lea, mejor. Escribo en español porque necesito decir lo que muchos no escuchan, no entienden, o no ven lo que pasa fuera de la ciudad. Y escribo en tsotsil para formar lectores en mi lengua, que en algún momento no esperado, y que no viviré para esperarlo, alguien se acerque a algún libro en tsotsil por puro gozo.

            Escribir en un idioma y traducirlo a otro, más que un doble trabajo, nos posibilita no sólo una doble creación si asumimos una postura ética y estética.  Y esta quizá es la cuarta razón por la que me refería más arriba. Si escribir ya implica per se una postura política, por tanto, que la traducción no sea un mero acto de obligación para cumplir con lo determinado por los programas sociales o artísticos por parte de las instituciones gubernamentales, sino hacer uso de esta práctica para jugar con las posibilidades que abre al escritor de tal manera que rompa con esa limitante que algunos lectores alegan al no poder leer desde la lengua materna y conformarse con lo traducido. Asumir esta postura ética y estética, el escritor puede salir y entrar, entrar y salir de una cultura a otra, de un idioma a otro de manera equilibrada. El escritor bilingüe, por su parte, lejos de auto-denominarse o ser denominado “indígena”, necesita asumir esta posibilidad y posicionarse realmente con este dominio tanto artístico como intelectualmente.

            Jugar con los dos idiomas en la escritura, tanto en literatura como en la academia, abrirá una brecha que se aleja de la tradicional forma de escribir poesía, narrativa, ensayo, incluyendo la tesis, que caminaría junto con el desarrollo de la lengua, del ser bilingüe, fuera de lo políticamente correcto.

            Nos falta aprovechar conscientemente la auto-traducción como una continuidad de a creación, una triple posibilidad de salir de la modernidad y volver a ella con elementos propios de la cultura. Con esta postura ética y estética, le restaría fuerzas a ese “centro” que cree tenerlo todo, juntarlo todo, para quitarle espacios de expresión artística a las periferias consideradas aún como atraso. Simplemente no habría centro ni periferia si desde las propias comunidades implementamos el uso de nuestra lengua tanto en la escritura como en el habla, en la lectura como en la imaginación, en la creación como en la investigación.

            Crear, traducir, auto-traducirse, auto-crearse, son conceptos que aún faltan por cuestionarse en tsotsil. La apertura de dichas posibilidades, y su ejercicio ético y estético, valora el desarrollo creativo y lúdico de la propia lengua para los que vienen caminando un paso atrás. Si el tsotsil aún se enseña y aprende de manera normal en los parajes, entonces que también se use con el mismo valor en las instituciones académicas para los futuros escritores e investigadores más allá de un mero compromiso político en su rescate y conservación.

            En resumen, escribir literatura para rescatar y preservar la lengua materna es una práctica poco productiva, la creación nos puede servir para explorar nuevas posibilidades de expresión, con la apertura de nuevos campos de estudio y conocimientos. Jugar de manera ética y estética durante el proceso de auto-traducción, para el creador es otro espacio para nombrar las cosas, de nombrar el mundo cambiante, la ontología y la epistemología no centradas en la ciudad.

            Aprovechar, creativa y propositivamente, los pocos programas gubernamentales en materia de creación literaria abrirá puertas, caminos y ventanas a través de los cuales se puedan escuchar voces diferentes, pensamientos diferentes, cantos y conjuros que han existido y existen en nuestro recorrido a través del tiempo, y si permanecen con nosotros es porque se han trasmutado y adaptado a nuestros pasos. Se han transformado con y en nosotros.

            Caminaremos con nuestra lengua, con nuestras formas de ver y decir la realidad, con la necesidad de buscar y jugar con ella nuevas expresiones y miradas. Nosotros mismos debemos cuestionar nuestros trabajos artísticos y académicos, su ética, su estética, su preceptiva, su retórica, lo cual no quiere decir que rechacemos lo que viene de fuera. Si tenemos dos o tres idiomas, entonces ¿por qué encerrarnos en un adjetivo y en un sólo idioma?

            Haber escrito este texto en español que no se entienda como una contradicción a lo dicho en él; como dije al inicio, hace falta reflexionar sobre nuestro quehacer literario para no quedarnos en el lugar cómodo de los aplausos.

 

 

Ilustraciones

 

1.       Cuadro de Andrés López